dijous, 27 d’octubre del 2011

La esperanza de seguir adelante



Corrían tiempos pacíficos en el Gran Desierto del Sur, cuando de repente algo despertó al poblado Nzuri-Watuu. Nadie podía imaginarse lo que en ese momento sus ojos estaban viendo. La enorme bola de fuego cayó a escasos kilómetros de sus casas.

Mientras quemaba todo lo que se encontraba por el medio de su negro camino y dejaba un fuerte olor a humo en todo el ambiente, cada vez se acercaba más a sus hogares. No podían hacer nada contra ello, sólo correr desesperadamente buscando un lugar seguro en donde refugiarse, pero el tiempo corría más rápido que nunca y la enorme bola de fuego, que aparentemente salió de la nada, se iba acercando con la intención de incinerar a todo el mundo. La gente veía como el cúmulo de fuego arrollaba sus casas y en un momento de gran angustia, cuando la muerte rozaba sus talones, una especie de helicóptero nunca visto, alcanzó a la gente que corría, en una cesta donde la gente cabía muy sobradamente, ya que solamente eran siete familias, mientras la bola pasaba por debajo del helicóptero a una velocidad incalculable.

Todo parecía ir sobre ruedas, pero ahora el fuego no era el problema, el humo no dejaba ver a los pilotos y la gente no podía ver ni tampoco respirar. El helicóptero tuvo que alcanzar una determinada altura para que el humo no fuera molestia y, ahora, su obligación era llevar a la gente a un hospital. El más cercano estaba a un centenar de kilómetros, y allí fue dirigido el helicóptero. La gente no hablaba, estaba en estado de “shock”. Cuando llegaron al mísero hospital, la noticia había puesto el corazón en un puño a todo el mundo. El balance no fue muy positivo, pues solo un cuarto de la población consiguió salvarse de dicha catástrofe.

Unos meses después, se dio a conocer la más esperada noticia: Maku-Buwa, el perdedor de la I Gran Guerra del Desierto, lanzó desde su base un misil en dirección a Nzuri-Watuu para conseguir la desaparición total del poblado.

Catorce años después, el poblado ya se había reconstruido, al igual que sus familias y Nzuri-Watuu, se levantó de un día para otro con unos jeques árabes esperándoles a las puertas de sus casas para concederles más de mil millones de petro-dólares por el hallazgo de una bolsa de petróleo en el subsuelo del pueblo.

Finalmente, hubo dos desenlaces, uno bueno y otro mejor. Mientras que los habitantes de Maku-Buwa fueron encarcelados en una isla sin escapatoria, los de Nzuri-Watu fueron los dueños del Desierto y con muchos billetes y alegría en sus bolsillos.

4 comentaris:

  1. Josep una historia muy fascinante y puede darnos la lección de que el tiempo pone a cada uno en el lugar que le corresponde.

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  2. Me parece una muy buena história, porque esto sigue ocurriendo actualmente en algunos países. Y con el paso del tiempo, la esperanza y la ayuda de toda la gente se puede volver a la normalidad. Aunque por mi parte el contenido del planteamiento hubiera podido ser más extenso.

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  3. Me gusta esa manera de comenzar, que nadie sepamos de dónde sale todo, por qué hay una bola de fuego, a quiénes se ataca, por qué... El relato parece extraído de una película de acción, incluso de un vídeo juego.

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