divendres, 21 d’octubre del 2011

La aventura de ir a trabajar







Me llamo Richard y trabajo en una empresa americana internacional. Me han destinado a Hong-Kong solo por humillar a mi jefe el día de su cumpleaños, aunque lo hice sin querer, porque yo tenía que hacer una biografía de él. Reconozco que me pase un poco. O mucho. Arruiné su matrimonio porque conté que cada semana tenía una amante diferente; y también conté sus cosas más personales. Nunca debí hacerlo.

Todos los días me levanto a las seis en punto para ir a trabajar y a las seis y cuarto salgo de mi casa y veo salir el sol y toda la ciudad cubierta por una espesa niebla. Es una imagen preciosa, pero esta ciudad esconde un gran peligro.

Las calles a esas horas ya están llenas de bandas, ladrones, camellos… Debo de ir con cuidado si no quiero ser robado o atracado. Se debe intentar ir por las calles más llenas de gente, que a esas horas no hay mucha gente, y conocer que calles están “limpias” de esos tipos. Ese es el motivo de siempre que llegue a trabajar tres cuartos de hora después de que salga de casa.

Una vez llegué tarde porque habían cerrado una calle a causa de una disputa doméstica. El marido y la mujer se gritaban entre ellos a medio de la calle y ni siquiera los policías se atrevían a acercarse. Esos dos se insultaban y cada vez que alguien se disponía a acercarse para tranquilizarlos recibía un maratón en un ojo por cortesía de la mujer tan simpática. Tuve que coger otra calle para llegar sano y salvo al trabajo.

Después de eso, en esa nueva calle un muchacho de quince años se puso delante de mí con una navaja y me dijo con voz temblorosa que le diera todo el dinero que yo llevara y el maletín, donde yo tenía todo el papeleo de mi aburrido trabajo. Ese muchacho parecía tener miedo de mí, incluso de no querer hacer eso. Así que le pregunté, en mi chinés vulgar y atrofiado, porque hacía esto. Me costo entenderle pero me dijo que era para que su madre pudiera comprar algo de comida y que dejara de ser prostituta. Así que le di algo del dinero que llevaba encima y seguí mi camino

Luego pasé por el otro lado de la calle donde la mujer discutía con su marido. El marido estaba inconsciente en el suelo y había tres policías sujetando a la mujer. Pensé que nunca me casaría con esa mujer.

Cuando llegué a la oficina, me reñí con mi jefe y pude controlarme para no darle un buen puñetazo, me dijo que era un incompetente y que no se estañaba nada que yo hubiera sido destinado allí. Cada día en esta ciudad es una gran aventura para mí. No debí hablar así de mi jefe.


Cristobal García Villanueva

3 comentaris:

  1. Hombre, Cristóbal, no todo tiene por qué ser tan malo en este nuevo trabajo. Me da la sensación que el problema lo tiene el mismo personaje.

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  2. Me parece una historia repleta de violencia y de agresividad, pero al fin y al cabo está bastante bien. Hay alguna falta de ortografía, como la falta de alguna letra en una palabra, y algún error de puntuación, pero por todo lo demás está correcto y me gusta.

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  3. Es una buena historia, aunque leyéndola no dan muchas ganas de trabajar ¿verdad?
    Cristóbal,¿la pareja se pasa los días discutiendo y siempre a la misma hora?
    Deberías mejorar algo la ortografía, te haces un lío con el valenciano y el castellano.
    Dejando a un lado ésto, es una historia bien construida.

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