Me despierto en plena noche, restos de tinta sobre mi pupitre y mis manos impregnadas de ella. Empiezo a escribir, no me siento bien, siento una terrible angustia que invade todos los poros de mi piel, todo me sale mal. Hace tres días falleció la mujer que realmente amaba. No había sentido tanto dolor des de que murió mi padre cuando yo era básicamente un crío, pero no tiene nada que ver un dolor con otro, este es más profundo, impregna mi alma de oscuridad y tonalidades grises hasta en los arrabales de mi corazón. Solo me sale una poesía difusa :
El fin de tu camino ya ha llegado ,
mi amor por ti siempre estará latente,
al igual que tu piel blanca en mi mente;
años de rechazo me he tragado.
También matrimonio falso, amargado,
junto a una dama que sí que me siente,
su rojo corazón nunca me miente.
Yo quisiera sentirme sosegado.
Necesito tus cálidas pupilas
alumbrándome el camino hacia mi fe,
como rojas amapolas en filas.
Mi interior vacías y destilas,
ahora yo vivir sin ti no sabré.
Sólo mis ansias de muerte espabilas.
Isabel Freyre, no había dama en toda la región portuguesa que pudiera igualar su belleza, la blancura angelical de su rostro, las cejas como sutiles pinceladas finas, sus delicados labios bañados de carmín y esos cabellos que descansaban sobre sus hombros, jamás los podré olvidar. Ese olor de gracia divina que me mantenía en vilo de noche y de día, y esa voz dulce que enamoraba más que un canto de sirena y me hacía olvidarme de todo, incluso de mi esposa que a su lado, quedaba en triste polvo que vaga por los tejidos de la ropa de la gente más pobre y trabajadora. Isabel me hechizaba, no hay más. Le declaré de una forma muy sutil mi profundo sentimiento y su rechazo fue inmediato, estaba condenado a no tener el placer de compartir mis momentos más preciados con ella.
El fin de tu camino ya ha llegado ,
mi amor por ti siempre estará latente,
al igual que tu piel blanca en mi mente;
años de rechazo me he tragado.
También matrimonio falso, amargado,
junto a una dama que sí que me siente,
su rojo corazón nunca me miente.
Yo quisiera sentirme sosegado.
Necesito tus cálidas pupilas
alumbrándome el camino hacia mi fe,
como rojas amapolas en filas.
Mi interior vacías y destilas,
ahora yo vivir sin ti no sabré.
Sólo mis ansias de muerte espabilas.
Isabel Freyre, no había dama en toda la región portuguesa que pudiera igualar su belleza, la blancura angelical de su rostro, las cejas como sutiles pinceladas finas, sus delicados labios bañados de carmín y esos cabellos que descansaban sobre sus hombros, jamás los podré olvidar. Ese olor de gracia divina que me mantenía en vilo de noche y de día, y esa voz dulce que enamoraba más que un canto de sirena y me hacía olvidarme de todo, incluso de mi esposa que a su lado, quedaba en triste polvo que vaga por los tejidos de la ropa de la gente más pobre y trabajadora. Isabel me hechizaba, no hay más. Le declaré de una forma muy sutil mi profundo sentimiento y su rechazo fue inmediato, estaba condenado a no tener el placer de compartir mis momentos más preciados con ella.
Después de esa noche amarga sin poder dormir, mi esposa me preguntaba una y otra vez sin hallar respuesta, no quería revelarle mi amor por otra y puse como excusa que mi estado se debía a una falta de inspiración y frustración frente a la sociedad en general . Decidí encerrarme en una torre con un pupitre y una cama, y pasar allí unos días en soledad.
Transcurrían los días lentos, estaba apagado, me desvanecía poco a poco, noches en vela con la pluma en mano esperando una inspiración. Quise descansar un poco y me tumbé en la cama. Ya casi había conciliado el sueño cuando se me enturbió la vista y pude ver en el techo el rostro de Isabel observándome, quieta , dulce, sencilla. Me estaba volviendo loco ! Quise hablarle pero no me respondía, simplemente me observada callada, con increíble tranquilidad en su rostro. Me sentía confuso, ¿Qué me acababa de suceder? Acababa de tener una experiencia mística con Isabel, amaba más que nunca la muerte. Empecé a escribir todo lo que había sentido y me salieron los poemas más desgarradores que he hecho nunca, me sentía fuera de mi, como si otra alma invadiera mi cuerpo.
Después de cinco días en aquella torre con mi soledad, el espíritu de Isabel y yo, quise volver y dar señales de vida a mis allegados más preciados. Rápidamente triunfaron los poemas que escribí en aquella torre aislado, y fueron publicados.
Es increíble como mi esposa me ama, como me trata, muchos quisieran. Y yo sigo enamorado de Isabel muerta, y yo..
Muerto en vida.
Una historia muy apasionante y llena de sentimientos. ¡Buen trabajo!
ResponEliminaMe ha gustado mucha tu historia,se nota que te has metido en el papel,muy bien.
ResponElimina(poesia difusa..)
Uf, te has atrevido con un soneto. Es uno de los poemas más difíciles que existen. ¿Será uno de los famosos sonetos perdidos de Garcilaso?
ResponElimina