Soy Giovanni Pierluigi da Palestrina, soy natural de San Agapito, en Palestrina, un pueblo en los Montes Sabinos, cerca de Roma, donde vivo y trabajo en las Basílicas de Santa María la Mayor y de San Juan de Letrán, en las cuales soy el maestro de coro y el organista. Este trabajo me ha permitido conocer a mucha gente importante, ya que soy el responsable de componer las obras del Papa, que hasta hace dos meses que falleció era Julio III. A Él dedique mi primera colección de misas.
Al Papa siguiente no he tenido ocasión de conocerle, ya que su papado ha sido muy breve, tan solo tres semanas, pero pronto ha ocupado la silla de San Pedro un nuevo Santo Padre que se ha proclamado como Pablo IV.
Yo no he sido consciente, pero algo he hecho que no ha sido de su agrado. Es un hombre de ideas claras y cabeza dura y, apenas pasada una semana de su elección como Papa, amenaza quitarme mi trabajo: crear música, hacer que suenen en las misas y los oficios las maravillosas notas de los salmos y los aleluyas. No es mi música lo que le molesta, sino que yo soy un hombre casado. Piensa, y así lo quiere, que un cargo como el mío tendría que requerir celibato. Esto yo no puedo, ni quiero arreglarlo.
He pedido ayuda a mi antiguo amigo el Cardenal Hipólito II d’Este (hijo de Lucrecia Borgia). Se ha ofrecido a interceder por mi ante el Santo Padre, para que pueda seguir con mi trabajo y con la vida a la que estoy acostumbrado. Pero, a cambio me pide un gran favor: ayudar a la Contrarreforma. Me piden que componga para ellos, que enriquezca con mi música sus acciones, que tome partido.
Me pregunto cómo. Viajo a Francia para encontrarme con mi amigo y mentor Adrian Willaert, ya que con él había trabajado en unas innovaciones en el contrapunto. En Francia las cosas no son como en Roma, todo tiene más de innovador. Mis composiciones polifónicas tienen gran repercusión. Pero quiero volver a Roma. Ya han pasado dos años.
El Papa me ha nombrado Catholic Musica est Salvator (salvador de la música católica) y me han mandado hacer una misa para su predecesor, el Papa Marcelo II que, por fin he terminado. La he titulado Missa Papae Marcelli, y es una mezcla de técnicas instrumentales con canto gregoriano y aplicando el nuevo contrapunto. No se si les gustará.
Parece que si ya que el Papa me ha bendecido, preguntándome qué quería como recompensa a mi importante papel para la nueva Iglesia. Yo le he contestado sinceramente, que lo único que quería era volver a mi tierra natal, volver a gozar de los montes, la brisa, la naturaleza, que quiero descansar en paz los días que me quedan, en compañía de mi esposa, y disfrutando de mi música, componiendo a mi antojo.
Hoy me voy a San Agapito, donde me han designado organista y maestro de coro, pero, también lo haré, como favor hacia el Papa, en la Capella Giulia.
Antes de salir para San Agapito he escrito un soneto, el cual mi alumno Johanne Fux quiere musicar:
Entre las encinas y romeros,
entre los pinos que amaba
con la brisa vespertina
yo sentía mil sonidos.
El monte gime furioso
y en cambio la verde hierba
apenas es que suspira
con mil voces y mil gritos.
Que quietud la del vergel,
música celestial
y no del hombre el saber
Que se puede comparar
si de la brisa los sones
no sabemos escuchar.
Me gusta, una historia llena de sentimientos y muy musical..se puede pedir más?!
ResponEliminaLos Papas, los poderosos, aprovechándose de quienes les rodean. ¡Qué nuevo es el mundo!
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