No paraba de llamar, era insaciable, cansino, me llegaba a aborrecer tanta presión sobre mi persona hasta el punto que la Santa Iglesia me amenazó con quitarme mi cristiandad. Tan solo quería que me encargara de lo que para ellos era una pequeña obra, para mí, sería la mayor obra jamás creada en mi vida. Les hablo del Papa Julio II, apóstol que al mismo tiempo me había encargado una obra en particular, su panteón.
Me encontraba delante del dilema entre aceptar la obra de la capilla Sixtina, o ser culpable de mi excomunión e ir al infierno. Finalmente me vi obligado de aceptar.
Llegué, me enseñaron la obra, modernice los andamios y me subí. Aquí empieza mi aventura. El contrato con la Iglesia era que debía determinarlo antes de 3 años, lo que me obligaba, según mis cálculos, a no dormir, había muchos metros que pintar. Empecé y a los tres días sin dormir no distinguía los colores y tenía que aguantar la voz insoportable, que me reprimía sobre la bóveda de la capilla, de Julio II. Al cabo de 2 meses el Trabajo había avanzado bastante, aunque tengo que reconocer que solo dormía unas pocas horas al día, y hacía dos meses que no pisaba suelo firme, los tambaleos del andamio me habían causado muchísimas náuseas de las que al final mi cuerpo no tuvo otro remedio que acostumbrarse. Me mantenían con pan y agua, pocas veces con leche caliente, que me ayudaba a soportar las bajas temperaturas de Roma, y aun así no paraba de escuchar esa tormentosa voz que sin descanso me decía:
_”Miguel Ángelo, tus Trabajos no son suficientes y no me convence tu obra”
_”Mi obra simplemente es petición de usted, en ningún momento he pretendido personalizarla”
_”Da igual, da igual, han pasado tan solo 6 meses y solo has pintado 2 partes de la bóveda.”
_”Señor no duermo, no como y me dejo la piel en esta bóveda, estoy a 20cm de la bóveda, mi cuerpo no descansa, mi barriga esta hambrienta y mi mente no crea más idees, necesitare un descanso.”
_” ¿Descanso dices? Creo que ningún discípulo del señor se merece un descanso y menos cuando se está realizando una obra para el Altísimo, hay que ser valiente y si hace falta, darás la vida por el igual que él la dio por ti.”
_”Estoy dispuesto a dar la vida por el creador del mundo, pero si salgo vivo de esta obra, ¿cómo voy a vivir? ¿Si su señoría no cumple la parte económica del contrato?”
Pego un puntillón, cogió su capa, se cubrió y se fue sin decirme nada encerrándome en la capilla. Llegue a un punto que mi rabia necesitaba salir. A 15m del suelo tampoco es que pudiera saltar ni gritar, tan solo me quedaba una fuente de relajación. Pare, mire mi Trabajo hasta el momento y pensando las palabras de Julio II mis manos inquietas cogieron la pintura blanca y ensuciaron todo el trabajo ya finalizado, si al Papa no le gustaba el trabajo hecho hasta el momento, era el momento de hacer el Génesis a mi manera. Esa noche pinte hasta que mis brazos se durmieron por cansancio, en menos de dos semanas, tenía ya la mitad de la bóveda hecha.
Habían pasado ya dos años, la obra estaba casi terminada, desde la última visita del pontífice no había vuelto nadie a abrirme la cámara, me daban la comida por las ventanas exteriores, era como el castigo de mi vida, el infierno al que no deseaba ir sino aceptaba esta obra. En ese momento alguien metió la llave y abrió la Puerta, era el pontífice y le dije: “vamos a empezar a desmontar el andamio” y el me respondió “no quiero perderme ni un detalle”. Estaba asustado, tenía mucho miedo de la reacción del pontífice, pero me daba igual, mi nombre seria recordado en la historia del vaticano. Cuando el andamio estuvo totalmente desmontado se abrieron las ventanas para que se viera la luz, y al ver el pontífice la obra realizada, cayó desplomado en el suelo de la capilla, mientras se cogía el crucifijo que llevaba colgado en el cuello. Lo había conseguido, el más alto cargo eclesiástico que había en el mundo, había caído en mis pies, por eso y desde ese día yo mismo me considero mi Dios.
Poema a la boveda:
Si por Dios he de morir,
y viviendo he de sufrir.
Prefiero yo descansar,
y morir a mi pesar.
Si mi vida quiero honrar,
no hay porque flagelar.
Aun así al morir,
subiré al cielo a vivir.
Mi descanso es terminar.
Y ver como se desploma,
como una vieja paloma,
al cura que quise yo matar.
El poema final es como una venganza. Advierto que Miguel Ángel lo pasó bastante mal, ¿no? ¿Es real esto?
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