divendres, 20 de gener del 2012

Recuerdos de Botticelli.

Empezaba otro día en Florencia, mi ciudad, dónde había disfrutado de mi infancia, de mis buenos momentos, de mi adolescencia tan dura, y ahora, de mi gran y perfecta vida junto a ella, mi preciosa Smeralda.

Decidí que no me iba a complicar, total, solo estábamos en 1483, que me podía ocurrir? Me decidí y me lancé, lo hice, empecé a pintar mi nuevo lienzo, uno más para mi colección y para la de mi amo, el cual se llevaría la copia original. Pero debía de ser diferente, especial, y sobretodo innovador. “Tengo que sorprender a la gente, pero no puedo levantar sospechas, quien se entere mandará mi muerte y aunque dios no quiera permitirlo, sé que moriré”, pensó Botticelli.

Tuve la idea, lo ví enseguida, sabía algo sobre la historia, y me vino a la mente ella: Venus, diosa del amor. Nacida de forma impura y maligna, de manos de su odioso hermano que cortó a su padre los testículos. Lo tenía todo listo, tenia pinturas, el lienzo, la historia, la idea, pero necesitaba inspiración, así que lo ví ahora más claro que antes, mi querida Smeralda sería mi inspiración y con la ayuda de mi Dios que me quería y me apreciaba tanto sabía que lo sacaría adelante sin ningún problema.

Y como no pudo ser menos, así fue, pinté una obra maestra, me costó muchísimo, pero al ser tanperfecto requería eso y más. Ahora empezaba lo complicado, más aún que mi gran obra, el transporte hasta la casa de mi amo, cosa que nadie tenía que saber y que de hecho se complicó bastante, porque para crear la tapadera tenía que salir un tercer nombre: Lorenzo di Pierfrancesco de Médici, al cual se le había atribuido la tarea de hacer creer que él era el interesado, pero claro, por esos tiempos, nada podía ser secreto, así que nos descubrieron.

Yo tenía muchísimo miedo, temía que nos cogieran, porque si lo hacían significaba mi muerte, no ver a mi amada, mi bonita y preciosa Smeralda, perder todo cuanto tengo y perder la fortuna que me disponía a ganar, y no lo pensé, cojí a mi amada, mi cuadro, me despedí y marché hacia tierras lejanas junto a ella.

Mientras marchábamos, a nuestro paso y con gran tranquilidad nos aparecieron unos policías. Creí, o tal vez quise pensar que sólo nos paró para revisar si todo estaba correcto, y en efecto fue así hasta que, uno de los varios que había me reconoció. Iba cargado, sabía que era inútil correr, pero lo hice, dejando atrás a mi amada y centrándome en mi vida y mi obra. Entonces oí gritar a Smeralda, y para cuando me di la vuelta, ya estaba muerta.

No lo pude evitar, volví donde mi amada yacía, me acerqué, grité a todos los policías para que se apartaran de ella, entonces unos versos salieron de mi boca, desestimando cualquier presencia y queriendo así, devolverle la vida:

Ella, mi fiel compañera,

amada mía, mi gran amor,

día tras día contigo estuviera,

entregándote mi corazón.

Tu que me quemas por dentro,

y mi Dios que me da sustento,

ayúdame para vivir,

dame tu querido aliento.

Mi querido amor, no te vayas,

Siempre seguiré tus pasos,

Por todas las montañas.

querida mía, que siempre

ahí estuviste ahora

me haces sentir triste.

Diciendo estas palabras, pidió una daga, y sin pensarlo, se suicidó, quedanso su cuerpo y el de su querida tendidos en el suelo rodeados de sangre.

dijous, 19 de gener del 2012

UN DÍA EN LA VIDA DE GALILEO GALILEI


Acabo de salir del tribunal, no me lo puedo creer, me han obligado a que me retracte de mis propias palabras, me han tachado de ruin y mentiroso. Me siento confuso, traicionado, impotente, siento como si hubieran manchado mi nombre y, con él, mi tesis y todas mis ideas.

Pero si no quería que me pasase como a Giordano Bruno, tenía que decir todas esas insensateces, yo tengo algo por lo que luchar: mis dos preciosas hijas, Arcángela y Celeste. Ellas son los pilares en los que me sostengo, son mi razón de vivir, sin ellas, no seguiría luchando por mis pensamientos e ideas. Me temo que quieren dedicarse a la vida religiosa.

No lo acepto, primero Martin Horky y Sizzi intentan dejarme en ridículo, sin éxito aparente, ya que fueron el hazmerreír de la universidad, publicando unos panfletos en contra de mi teoría. Más tarde, me atacan en el ámbito religioso, preguntándose si cuento con interpretar la Biblia para ponerla de acuerdo con éstas teorías.

Parece que no hay mucha gente que esté de acuerdo con mi punto de vista, creo que me he creado demasiados enemigos. Por otra parte, no creo que ellos tengan razón, estoy seguro de lo que sé y moriré sabiéndolo, mientras tanto, ellos seguirán viviendo en la ignorancia. Supongo que a veces, la ignorancia es buena, pero en este caso no.

El cardenal ordenó a la Inquisición que realizara una investigación sobre mi persona, eso no debería ser legal, han atentado contra mi intimidad. Me he sentido espiado.

Me hicieron llamar para venir a Roma desde Florencia. El Santo Oficio me convocó el 16 de febrero para el examen de las proposiciones de censura. Ha sido una catástrofe. La teoría copernicana la han calificado como "una insensatez, un absurdo en filosofía, y formalmente herética". Me han hecho exponer mi tesis presentándola como una hipótesis y no como un hecho comprobado, pero no lo he hecho, no me ha sido posible demostrar esta tesis.

Una cosa tengo clara, no voy a dejar de seguir estudiando, basándome en mis ideas, mis tesis, mis hipótesis y mis teorías.

Aunque los demás no quieran o no sepan entenderlo, “la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés”.

POEMA:

¡Qué grande es esta pena!

Que yo siento en mis adentros.

Que decepción.

Es para mí una condena,

Haber padecido encuentros

De Inquisición.

Unos días en la vida de Garcilaso de la Vega.


Me despierto en plena noche, restos de tinta sobre mi pupitre y mis manos impregnadas de ella. Empiezo a escribir, no me siento bien,  siento una terrible  angustia que invade todos los poros de mi piel, todo me sale mal. Hace tres días falleció la mujer que realmente amaba. No había sentido tanto dolor des de que  murió mi padre cuando yo era básicamente un crío, pero no tiene nada que ver un dolor con otro, este es más profundo, impregna mi alma de oscuridad y tonalidades grises hasta en los arrabales de mi corazón. Solo me sale una poesía difusa :

El fin de tu camino ya ha llegado ,
mi amor por ti siempre estará latente,
al igual que tu piel blanca en mi mente;
años de rechazo me he tragado.

También  matrimonio falso, amargado,
junto a una dama que sí que me siente,
su rojo corazón nunca me miente.
Yo quisiera sentirme sosegado.

Necesito tus cálidas pupilas
alumbrándome el camino hacia mi fe,
como rojas amapolas en filas.

Mi interior vacías y destilas,
ahora yo vivir sin ti no sabré.
Sólo mis ansias de muerte espabilas.


Isabel Freyre, no había dama en toda la región portuguesa que pudiera igualar su belleza, la blancura angelical de su rostro, las cejas como sutiles pinceladas finas, sus delicados labios bañados de carmín y esos cabellos que descansaban sobre sus hombros, jamás los podré olvidar. Ese olor de gracia divina que me mantenía en vilo de noche y de día, y esa voz dulce que enamoraba más que un canto de sirena y me hacía olvidarme de todo, incluso de mi esposa que a su lado, quedaba en triste polvo que vaga por los tejidos de la ropa de la gente más pobre y trabajadora. Isabel me hechizaba, no hay más. Le declaré de una forma muy sutil mi profundo sentimiento y su rechazo fue inmediato, estaba condenado a no tener el placer de compartir mis momentos más preciados con ella.

Después de esa noche amarga sin poder dormir, mi esposa me preguntaba una y otra vez sin hallar respuesta, no quería revelarle mi amor por otra y puse como excusa que mi estado se debía a una falta de inspiración y frustración frente a la sociedad en general . Decidí encerrarme en una torre con un pupitre y una cama, y pasar allí unos días en soledad.

Transcurrían los días lentos, estaba apagado, me desvanecía poco a poco, noches en vela con la pluma en mano esperando una inspiración. Quise descansar un poco y me tumbé en la cama. Ya casi había conciliado el sueño cuando se me enturbió la vista  y pude ver en el techo el rostro de Isabel observándome, quieta  , dulce, sencilla. Me estaba volviendo loco ! Quise hablarle pero no me respondía, simplemente me observada callada, con increíble tranquilidad en su rostro. Me sentía confuso, ¿Qué me acababa de suceder? Acababa de tener una experiencia mística con Isabel, amaba más que nunca la muerte. Empecé a escribir todo lo que había sentido y me salieron los poemas más desgarradores que he hecho nunca, me sentía fuera de mi, como si otra alma invadiera mi cuerpo.

Después de cinco días en aquella torre con mi soledad, el espíritu de Isabel y yo, quise volver y dar señales de vida a mis allegados más preciados. Rápidamente triunfaron los poemas que escribí en aquella torre aislado, y fueron publicados.

 Es increíble  como mi esposa
me ama, como me trata, muchos quisieran. Y yo sigo enamorado de Isabel muerta, y yo..
Muerto en vida.

Unos días en la vida de…Erzsébet Báthory,

“La condesa sangrienta”

La obligué a sentarse junto a mí, frente a frente. Podía sentir cómo temblaba cada fibra se su ser, podía notar cómo se estremecía cada molécula de su cuerpo cuando se topaba con mi mirada. Había vivido la misma situación muchas veces durante los últimos años, empezaba a hartarme del mismo juego, empezaba a volverse monótono y aburrido…ya me había cansado de jugar con esas pobres criaturas. Aunque

Sin embargo a pesar de haber matado a unas 600 muchachas seguía sin sentir nada, ni lástima, ni pena, ni dolor…indiferencia, pura indiferencia. Ladeé la cabeza y sonreí delicadamente. La joven tendría unos 15 años su piel era blanca y tierna, símbolo de la juventud, una juventud que le iba a costar la vida.

Mi fiel mayordomo Juan se acercó lentamente a ella por detrás, y con un ligero giro de muñeca la degolló. La joven abrió los ojos un momento y más tarde los cerró para nunca más abrirlos… me levanté de la silla con un suspiro y me dirigí a los aposentos donde había vivido la joven, que ahora yacía muerta en el suelo. Mientras, mi querido Juan recogía la sangre de mi víctima y la introducía en un pequeño recipiente para mi próximo hechizo…

Para que la poción saliese bien necesitaba un objeto perteneciente a la víctima, su sangre y un mechón de su cabello. Entre sus cosas encontré HABÍA una finísima joya de oro con pequeños rubíes incrustados y un reloj de plata con unas insignias grabadas; a su lado, encontré un pequeño libro lleno de estrofas de poesía y me pregunté si serían de la muchacha. Salí de su alcoba y le entregué el colgante a Juan, más tarde me fui a mi estudio y me senté a leer uno de los poemas.

Entre la multitud adivino tu silueta

Tu gallardía y tu porte me inquieta

Nos cruzamos un día de verano

y tú, sin querer, me rozaste la mano

Desde aquel día de ti estoy enamorada

Pero tú solo tienes ojos para tu amada

Angustiada y sola me desespero

Por ver llegar mi final tan certero

Oh! mi dulce caballero,

Libérame de este tormento

Cerré el libro con resignación, la muchacha era de la nobleza, ahora, tan solo era un frío cuerpo. Me levanté despacio...era la hora. Bajé hasta las mazmorras y observé a las jóvenes doncellas encerradas en sus jaulas como animales. Oí sus gritos, sus lamentos, sus suspiros desgarradores; pasé de largo. Me dirigí a la pequeña sala de pócimas y cuando llegué los presentes me dirigieron una sutil reverencia, y dio comienzo el ritual. Había visto hacerlo UN incontable número de veces, siempre esperando a que saliese bien, pero por el momento nunca había dado resultado. El silencio era palpable, la concentración era la máxima, la tensión perceptible, el ambiente tétrico, la imagen… desgarradora.

Poco a poco, los ingredientes necesarios fueron siendo lanzados al fondo del caldero acompañados de unas palabras en lengua prohibida. Según iba avanzando el ritual, mi impaciencia iba engrandeciéndose se iba incrementando, las viejas brujas me miraban con sigilo y con una torcida sonrisa en la boca, fría, muerta, sedienta de sangre. Llegó la hora, introduje un cuenco en el caldero y, con un suspiro, bebí un sorbo de la pócima. De nuevo falló, una lástima… pero aun así, no hay problema, siempre que haya víctimas…

¿Mi objetivo? Encontrar la manera de ser joven y bella eternamente.

¿Mi deseo? Volver a ser quien fui antaño

¿El precio a pagar? Jajaja me importa más bien poco.

Unos años en la vida de Palestrina



Soy Giovanni Pierluigi da Palestrina, soy natural de San Agapito, en Palestrina, un pueblo en los Montes Sabinos, cerca de Roma, donde vivo y trabajo en las Basílicas de Santa María la Mayor y de San Juan de Letrán, en las cuales soy el maestro de coro y el organista. Este trabajo me ha permitido conocer a mucha gente importante, ya que soy el responsable de componer las obras del Papa, que hasta hace dos meses que falleció era Julio III. A Él dedique mi primera colección de misas.

Al Papa siguiente no he tenido ocasión de conocerle, ya que su papado ha sido muy breve, tan solo tres semanas, pero pronto ha ocupado la silla de San Pedro un nuevo Santo Padre que se ha proclamado como Pablo IV.

Yo no he sido consciente, pero algo he hecho que no ha sido de su agrado. Es un hombre de ideas claras y cabeza dura y, apenas pasada una semana de su elección como Papa, amenaza quitarme mi trabajo: crear música, hacer que suenen en las misas y los oficios las maravillosas notas de los salmos y los aleluyas. No es mi música lo que le molesta, sino que yo soy un hombre casado. Piensa, y así lo quiere, que un cargo como el mío tendría que requerir celibato. Esto yo no puedo, ni quiero arreglarlo.

He pedido ayuda a mi antiguo amigo el Cardenal Hipólito II d’Este (hijo de Lucrecia Borgia). Se ha ofrecido a interceder por mi ante el Santo Padre, para que pueda seguir con mi trabajo y con la vida a la que estoy acostumbrado. Pero, a cambio me pide un gran favor: ayudar a la Contrarreforma. Me piden que componga para ellos, que enriquezca con mi música sus acciones, que tome partido.

Me pregunto cómo. Viajo a Francia para encontrarme con mi amigo y mentor Adrian Willaert, ya que con él había trabajado en unas innovaciones en el contrapunto. En Francia las cosas no son como en Roma, todo tiene más de innovador. Mis composiciones polifónicas tienen gran repercusión. Pero quiero volver a Roma. Ya han pasado dos años.

El Papa me ha nombrado Catholic Musica est Salvator (salvador de la música católica) y me han mandado hacer una misa para su predecesor, el Papa Marcelo II que, por fin he terminado. La he titulado Missa Papae Marcelli, y es una mezcla de técnicas instrumentales con canto gregoriano y aplicando el nuevo contrapunto. No se si les gustará.

Parece que si ya que el Papa me ha bendecido, preguntándome qué quería como recompensa a mi importante papel para la nueva Iglesia. Yo le he contestado sinceramente, que lo único que quería era volver a mi tierra natal, volver a gozar de los montes, la brisa, la naturaleza, que quiero descansar en paz los días que me quedan, en compañía de mi esposa, y disfrutando de mi música, componiendo a mi antojo.

Hoy me voy a San Agapito, donde me han designado organista y maestro de coro, pero, también lo haré, como favor hacia el Papa, en la Capella Giulia.

Antes de salir para San Agapito he escrito un soneto, el cual mi alumno Johanne Fux quiere musicar:

Entre las encinas y romeros,

entre los pinos que amaba

con la brisa vespertina

yo sentía mil sonidos.

El monte gime furioso

y en cambio la verde hierba

apenas es que suspira

con mil voces y mil gritos.

Que quietud la del vergel,

música celestial

y no del hombre el saber

Que se puede comparar

si de la brisa los sones

no sabemos escuchar.

Unos días en la vida de Miguel Ángel

Mi nombre es Miguel Ángel ,hijo de Ludovico y Francesca.
Os voy a contar esta mi historia ,porque malas lenguas pueden deciros incertidumbres sobre mi persona y no quiero que tales palabras sean difundidas,por eso, dejo aquí ,la verdad sobre mi ser.

A mis seis años de edad ,me sentia entregado en cuerpo y alma al destino cruel que me esperaba, por aquellos tiempos mi madre Francesca sufría una grave enfermedad que poco tiempo después,acabaría con su vida.Más que mi madre ,era mi figura a seguir ,mi ejemplo. Ella era quien me cuidaba ,me educaba y quién me enseñó lo que era la vida.Cuándo murió sentí que todo había terminaba para mí.
Pero me hize fuerte y conseguí salir adelante.

Tras su muerte ,mi querido padre me trasladó a otra casa ,a la que yo no podía llamar hogar.
Con unos ocho años comencé a tallar figuras de madera ,a pintar y a experimentar con la piedra, pero todo esto en secreto.
A esta edad tan temprana descubrí mi vocación , lo que quería ser.
No deseaba ser médico o arquitecto , lo que deseaba con gran pudor era, ser artista.

Pero esta profesión no estaba aceptada en la sociedad, estaba mal visto ,por esa misma razón decidí mantenerme en el anónimato durante unos años.
Ser artista estaba mal visto , pero no solo por la sociedad en general, sino también por mi difunto padre.
Pasados estos años que os digo, decidí contar a mi padre,a pesar de que sabia cual sería su reación cual era mi deseo.

Nunca olvidaré esa mirada ,ese desprecio, esa furia pero aun así, decidí que nadie ni nada podría detenerme.
Quería cumplir mi sueño y nadie lo iba a impedir, así que ,tomé la dura decisión de marcharme de casa a la edad temprana de quinze años.
Al marcharme de casa, me quedé sin nada y tuve que vender esculturas cuadros para poder tener un lugar donde dormir.
A medida que pasaba el tiempo mi arte creció. Conseguí tener mi propio estudio , en el que pasaba todo el tiempo.Horas y horas pintando ,tallando esculturas.

Con el tiempo, conseguí ser reconocido, gente importante se interesaba por mis cuadros y esculturas , así aumenté mis riquezas.
Conseguí un estudio mejor y con ello mejoré mi arte.

A la edad de sesenta años era uno de los artistas mas reconocidos, y un día recibí la noticia de que me ofrecían pintar la Capilla Sixtina de el Palacio Apostólico.

Esto supuso para mí un trabajo forzado , algo que yo no quería hacer, no era un honor , ni un privilegio poder hacer aquello , solo servía para satisfacer a aquel a quien todos llamaban Papa.

Tardé 2 años en acabar aquello,me esforcé todo lo que pude y más ,pero no estaba orgulloso de haberlo hecho porque fue mandado por un ser al que despreciaba.

Seguí con mi obra y aunque era viejo mis esculturas y cuadros seguían siendo buenos y cada vez me hacía más famoso.
Un día recorde mi infancia y recordé a mi padre , por eso decidí encontrarle para despedirme de él, ya que era un anciano y no le quedaría mucha vida.
Conseguí encontrarle tras unos meses y aunque me marché sin avisarle y después de una grave discusión con él , al verme me reconoció y se alegró de que estuviese allí con él en el que sería uno de los pocos días de vida que le quedaban.
Me explicó que estaba enfermo y que era algo grave , no quería decirme el que ni el porque , pero lo acepte y le cuidé. Me dijo que había sabido de mi ,por todas las esculturas y pinturas que hice y que sentía haberme tratado así ,que se sentía orgulloso de mí.
Esas fueron sus últimas palabras,murió mientras su mano estaba sobre la mia.
Cumplí mi sueño y me reconcilié con mi padre antes de que fuese tarde.
Escribo esta carta para que sepais quién fui y que hice , y para que no renuncieis a aquello que deseais enfrentaos a vuestros temores y cumplid vuestros sueños.

Tengo 88 años y junto a esta carta , dejo mi testamento ,del que hago responsable a mi querido sobrino,Leonardo.


Unos días en la vida de Miguel Ángel

Mi nombre es Miguel Ángel ,hijo de y Francesca.
Os voy a contar esta mi historia ,porque malas lenguas pueden deciros incertidumbres sobre mi persona y no quiero que tales palabras sean difundidas,por eso, dejo aquí ,la verdad sobre mi ser.

A mis seis años de edad ,me sentia entregado en cuerpo y alma al destino cruel que me esperaba, por aquellos tiempos mi madre Francesca sufría una grave enfermedad que poco tiempo después,acabaría con su vida.Más que mi madre ,era mi figura a seguir ,mi ejemplo. Ella era quien me cuidaba ,me educaba y quién me enseñó lo que era la vida.Cuándo murió sentí que todo había terminaba para mí.
Pero me hize fuerte y conseguí salir adelante.

Tras su muerte ,mi querido padre me trasladó a otra casa ,a la que yo no podía llamar hogar.
Con unos ocho años comencé a tallar figuras de madera ,a pintar y a experimentar con la piedra, pero todo esto en secreto.
A esta edad tan temprana descubrí mi vocación , lo que quería ser.
No deseaba ser médico o arquitecto , lo que deseaba con gran pudor era, ser artista.

Pero esta profesión no estaba aceptada en la sociedad, estaba mal visto ,por esa misma razón decidí mantenerme en el anónimato durante unos años.
Ser artista estaba mal visto , pero no solo por la sociedad en general, sino también por mi difunto padre.
Pasados estos años que os digo, decidí contar a mi padre,a pesar de que sabia cual sería su reación cual era mi deseo.

Nunca olvidaré esa mirada ,ese desprecio, esa furia pero aun así, decidí que nadie ni nada podría detenerme.
Quería cumplir mi sueño y nadie lo iba a impedir, así que ,tomé la dura decisión de marcharme de casa a la edad temprana de quinze años.
Al marcharme de casa, me quedé sin nada y tuve que vender esculturas cuadros para poder tener un lugar donde dormir.
A medida que pasaba el tiempo mi arte creció. Conseguí tener mi propio estudio , en el que pasaba todo el tiempo.Horas y horas pintando ,tallando esculturas.

Con el tiempo, conseguí ser reconocido, gente importante se interesaba por mis cuadros y esculturas , así aumenté mis riquezas.
Conseguí un estudio mejor y con ello mejoré mi arte.

A la edad de sesenta años era uno de los artistas mas reconocidos, y un día recibí la noticia de que me ofrecían pintar la Capilla Sixtina de el Palacio Apostólico.

Esto supuso para mí un trabajo forzado , algo que yo no quería hacer, no era un honor , ni un privilegio poder hacer aquello , solo servía para satisfacer a aquel a quien todos llamaban Papa.

Tardé 2 años en acabar aquello,me esforcé todo lo que pude y más ,pero no estaba orgulloso de haberlo hecho porque fue mandado por un ser al que despreciaba.

Seguí con mi obra y aunque era viejo mis esculturas y cuadros seguían siendo buenos y cada vez me hacía más famoso.
Un día recorde mi infancia y recordé a mi padre , por eso decidí encontrarle para despedirme de él, ya que era un anciano y no le quedaría mucha vida.
Conseguí encontrarle tras unos meses y aunque me marché sin avisarle y después de una grave discusión con él , al verme me reconoció y se alegró de que estuviese allí con él en el que sería uno de los pocos días de vida que le quedaban.
Me explicó que estaba enfermo y que era algo grave , no quería decirme el que ni el porque , pero lo acepte y le cuidé. Me dijo que había sabido de mi ,por todas las esculturas y pinturas que hice y que sentía haberme tratado así ,que se sentía orgulloso de mí.
Esas fueron sus últimas palabras,murió mientras su mano estaba sobre la mia.
Cumplí mi sueño y me reconcilié con mi padre antes de que fuese tarde.
Escribo esta carta para que sepais quién fui y que hice , y para que no renuncieis a aquello que deseais enfrentaos a vuestros temores y cumplid vuestros sueños.

Tengo 88 años y junto a esta carta , dejo mi testamento ,del que hago responsable a mi querido sobrino,Leonardo.


Unos días en la vida de Miguel Ángel

Mi nombre es Miguel Ángel ,hijo de y Francesca.
Os voy a contar esta mi historia ,porque malas lenguas pueden deciros incertidumbres sobre mi persona y no quiero que tales palabras sean difundidas,por eso, dejo aquí ,la verdad sobre mi ser.

A mis seis años de edad ,me sentia entregado en cuerpo y alma al destino cruel que me esperaba, por aquellos tiempos mi madre Francesca sufría una grave enfermedad que poco tiempo después,acabaría con su vida.Más que mi madre ,era mi figura a seguir ,mi ejemplo. Ella era quien me cuidaba ,me educaba y quién me enseñó lo que era la vida.Cuándo murió sentí que todo había terminaba para mí.
Pero me hize fuerte y conseguí salir adelante.

Tras su muerte ,mi querido padre me trasladó a otra casa ,a la que yo no podía llamar hogar.
Con unos ocho años comencé a tallar figuras de madera ,a pintar y a experimentar con la piedra, pero todo esto en secreto.
A esta edad tan temprana descubrí mi vocación , lo que quería ser.
No deseaba ser médico o arquitecto , lo que deseaba con gran pudor era, ser artista.

Pero esta profesión no estaba aceptada en la sociedad, estaba mal visto ,por esa misma razón decidí mantenerme en el anónimato durante unos años.
Ser artista estaba mal visto , pero no solo por la sociedad en general, sino también por mi difunto padre.
Pasados estos años que os digo, decidí contar a mi padre,a pesar de que sabia cual sería su reación cual era mi deseo.

Nunca olvidaré esa mirada ,ese desprecio, esa furia pero aun así, decidí que nadie ni nada podría detenerme.
Quería cumplir mi sueño y nadie lo iba a impedir, así que ,tomé la dura decisión de marcharme de casa a la edad temprana de quinze años.
Al marcharme de casa, me quedé sin nada y tuve que vender esculturas cuadros para poder tener un lugar donde dormir.
A medida que pasaba el tiempo mi arte creció. Conseguí tener mi propio estudio , en el que pasaba todo el tiempo.Horas y horas pintando ,tallando esculturas.

Con el tiempo, conseguí ser reconocido, gente importante se interesaba por mis cuadros y esculturas , así aumenté mis riquezas.
Conseguí un estudio mejor y con ello mejoré mi arte.

A la edad de sesenta años era uno de los artistas mas reconocidos, y un día recibí la noticia de que me ofrecían pintar la Capilla Sixtina de el Palacio Apostólico.

Esto supuso para mí un trabajo forzado , algo que yo no quería hacer, no era un honor , ni un privilegio poder hacer aquello , solo servía para satisfacer a aquel a quien todos llamaban Papa.

Tardé 2 años en acabar aquello,me esforcé todo lo que pude y más ,pero no estaba orgulloso de haberlo hecho porque fue mandado por un ser al que despreciaba.

Seguí con mi obra y aunque era viejo mis esculturas y cuadros seguían siendo buenos y cada vez me hacía más famoso.
Un día recorde mi infancia y recordé a mi padre , por eso decidí encontrarle para despedirme de él, ya que era un anciano y no le quedaría mucha vida.
Conseguí encontrarle tras unos meses y aunque me marché sin avisarle y después de una grave discusión con él , al verme me reconoció y se alegró de que estuviese allí con él en el que sería uno de los pocos días de vida que le quedaban.
Me explicó que estaba enfermo y que era algo grave , no quería decirme el que ni el porque , pero lo acepte y le cuidé. Me dijo que había sabido de mi ,por todas las esculturas y pinturas que hice y que sentía haberme tratado así ,que se sentía orgulloso de mí.
Esas fueron sus últimas palabras,murió mientras su mano estaba sobre la mia.
Cumplí mi sueño y me reconcilié con mi padre antes de que fuese tarde.
Escribó esta carta para que sepais quién fui y que hice , y para que no renuncieis a aquello que deseais enfrentaos a vuestros temores y cumplid vuestros sueños.

Tengo 88 años y junto a esta carta , dejo mi testamento ,del que hago responsable a mi querido sobrino,Leonardo.

Unos días en la vida de San Juan De La Cruz

Como todos los días, acabada la cena, Juan se iba a dar una vuelta por los preciosos jardines del monasterio, llenos de jóvenes rosas y blancas margaritas. Pasear por esos jardines le daba una paz espiritual, interior. Mientras paseaba y pensaba en sus cosas, y como siempre cogía una rosa para su habitación, se encontró con una monja que nunca había visto en ese monasterio, y cuando se cruzaron sus miradas, el tiempo se paró, como si nadie existiera en el mundo nada más que ellos dos. Fueron unos segundos eternos, angelicales, donde Juan se quedó perplejo mirándola. Ella dijo “buenas noches” con una voz tímida, quebrada. Cuando la chica pasó de largo, él se quedo con la mirada fija, un segundo, dos segundos, tres segundos, cuatro y cinco hasta que decidió seguirla. Juan, al alcanzarla, le dio la rosa que había cogido, como señal de amor, para que cada vez que viera la rosa se acordara de él.

Pasaban los días, y Juan no hablaba con ella, solo le valía cruzar unas tímidas miradas con ella, porque los monjes y las monjas no podían establecer conversaciones. La flor que le dio poco a poco iba marchitándose, cayéndole los pétalos. Ella no entendía la razón de su marchitación, porque ella le echaba agua todos los días dedicándole todo el amor que no le podía dar a Juan. Los pétalos de la flor iban cayendo, y a medida que caían el alma de Juan iba muriendo poco a poco. Era un alma en pena, una especie de marinero errante sin destino, conducido por las bravas aguas hacia el fin de la tierra.

Juan dejó de creer en Dios y estaba ofuscado, como si siempre andara en espiral, y cuando encontraba una salida allí aparecía ella. Había caído, sin quererlo, en su gravedad, los días sin ella eran como precipicios, no había manera humana de escapar.

Hasta tal punto llegó su desesperación, que, llevado por la locura que es el amor, hizo un fuerte nudo con su cuerda del hábito y se colgó. Su respiración se hizo violenta e insoportablemente dolorosa. Al mismo tiempo, la monja observaba con pesar cómo su último pétalo descendía lentamente, y, de repente, Juan cesó de respirar.

Juan dejó en su mesilla de noche unos últimos versos, dedicados a esa rosa, que tanto dolor le causaron sus espinas:

Oh roja y punzante rosa

Que sensación tan horrorosa

Y sin embargo! Maravillosa

Creces despacio y sin mirar

Para que nadie te pueda dañar

Unos días en la vida de Juan Boscán


Ya han pasado dos semanas, y la dolorosa muerte de mi más que amigo Garcilaso sigue aplastando mi alma como el primer día. Mi corazón late a desgana, y mis ojos ya no tienen fuerzas para llorar, pero ay muchos motivos por los que tengo ganas de salir adelante.

¡ Ahí está! Es la hermosa doncella Ana.

Viene a visitarme para alegrar mi rostro, realzar mis ánimos y para hablar un poco de nuestra iniciada relación. Han sido tantas y tantas las noches que he pasado preguntando a mis sentimientos y respondiendo con mi corazón para, finalmente, dar vida a un poema que estoy dispuesto a recitarle en cuándo entre por la puerta.

Hablamos sobre la pérdida de un amigo y cada uno nos hemos contado cómo nos va todo. También hemos hablado de nuestra relación y he aprovechado para recitarle un poema que tenía en mi interior y que no podía estar más tiempo en mis entrañas, dónde hablo del deseo que yo tengo por tenerla:


El tiempo malvado ya se marchó,

ahora toca dejar atrás el llanto

¿ Cuál desdichado galán como yo

pudiese gozar de tu hermoso encanto?

Ahora que estamos solos los dos,

quisiera regalarte un breve canto:

¡Quitarme quisiera este dolor

si usted pudiese darme algo de amor!

Hoy me he dado cuenta de que en mi cabeza sólo tengo a doña Ana Girón, y mis pensamientos de amor ocupan la mayor parte de mi tiempo. Durante esta última semana he pensado que en un futuro voy a editar un libro de poemas dónde aparezcan mis obras junto a las de Garcilaso, que seguro que allá dónde esté se sentirá muy orgulloso.

Llegó el momento de la despedida, doña Ana se marcha, pero antes le doy un beso en la mano y me dice al oído que el poema le ha encantado y que ella cada vez más está más enamorada de mi. Los dos hemos sonreído y nos hemos deseado lo mejor.
A principios del mes que viene nos volveremos a ver en el enlace de un amigo que nosotros tenemos en común y que tendrá lugar en la ciudad de Toledo. La acompaño hasta la entrada y luego, desde mi ventana la veo junto a tres personas, montados en un carro remolcado por un par de caballos.

El Sol ya se ha cansado, ahora se esconde detrás de la montaña, dejando paso a la blanca y brillante luz de la Luna. Después de cenar, es hora de escribir en mi apretado diario personal aquello que hoy he vivido y eso que me ha pasado.

Me tumbo en la cama, cierro los ojos y me duermo tranquilamente, pensando en que el deseo por cumplir es casi ya un sueño hecho realidad.


12 de abril de 1454, me hallo completamente desolada ante la pérdida de un ser querido .Se trata de mi padre, mi querido padre, aquel que me dio la vida y sabio como él era, me enseñó  gran parte de las cosas que conozco de este mundo que tan sórdido y sin sentido ha quedado sin él.
Ahora tan sólo encuentro paz,descanso y consuelo en la oración y la lectura, que a partir de ahora se convertirán en mis compañeras de viaje.
Mucho me temo que habré de cambiar de aires junto a madre y mi hermano Alfonso,para así trasladarnos a la villa de Arévalo, en donde espero encontrar la tan ansiada paz que requiero en estos momentos para acallar mi dolor y distraer la mente ociosa que se dice que es el patio donde juega el diablo.
18 de junio de 1454, ya llevamos un tiempo entre los muros de la villa de Arévalo, en donde me hayo llena de la tranquilidad que tanto ansiaba.
Aquí he conocido me temo, una de las mejores personas que encontraré a lo largo de mi vida, Beatriz de Silva,junto con quien quiero formar la Orden de Las Concepcionistas Franciscanas.
Con ello quiero proclamar mi devoción ante Dios y demostrarle que procuro llevar una vida basada en la oración y evitando todo tipo de pecados que impidan mi entrada al tan ansiado cielo.
3 de febrero de 1461, han pasado años desde mi paso por la villa de Arévalo,y reconozco que mi estancia allí supuso un ingente bien en mi vida.
En estos momentos me hallo de camino a Segovia,donde se halla la corte, junto con mi hermano Alfonso, porque lo requiere el nacimiento de la que será mi ahijada, Juana de Castilla.
31 de julio de 1468,Acaba de fallecer mi hermano Alfonso,sospecho que envenenado aunque supuestamente fue pasto de esta gran epidemia que nos acecha constantemente en los alimentos,la pura agua del rio o cualquier recoveco de la ciudad,la peste.
Pensé que no habría ausencia más notoria que la de mi padre pero me equivoqué.
Creí que ninguna pena superaría esta que ahora se cierne sobre mi sin piedad alguna, y también erré.
Ahora y sólo ahora sé que no conoceré pena más grande en esta vida,que ninguna desgracia se hará superior a esta,que el cruel mundo me ha vuelto a fallar y que todo intento de consuelo es poco para esta pena que se aferra a mi alma,me oprime el pecho y ni siquiera el aire es capaz de esquivar.
POEMA:
Me hallo sin consuelo,
sin apenas vivir.
Muero en vida sin desearlo
y así esperaré mi fin.
Ni los libros, ni los rezos,
todo es poco para mí.
Muero en vida sin quererlo,
y así esperaré mi fin.








Un dia en la vida de... MIGUEL ÁNGEL

No paraba de llamar, era insaciable, cansino, me llegaba a aborrecer tanta presión sobre mi persona hasta el punto que la Santa Iglesia me amenazó con quitarme mi cristiandad. Tan solo quería que me encargara de lo que para ellos era una pequeña obra, para mí, sería la mayor obra jamás creada en mi vida. Les hablo del Papa Julio II, apóstol que al mismo tiempo me había encargado una obra en particular, su panteón.

Me encontraba delante del dilema entre aceptar la obra de la capilla Sixtina, o ser culpable de mi excomunión e ir al infierno. Finalmente me vi obligado de aceptar.

Llegué, me enseñaron la obra, modernice los andamios y me subí. Aquí empieza mi aventura. El contrato con la Iglesia era que debía determinarlo antes de 3 años, lo que me obligaba, según mis cálculos, a no dormir, había muchos metros que pintar. Empecé y a los tres días sin dormir no distinguía los colores y tenía que aguantar la voz insoportable, que me reprimía sobre la bóveda de la capilla, de Julio II. Al cabo de 2 meses el Trabajo había avanzado bastante, aunque tengo que reconocer que solo dormía unas pocas horas al día, y hacía dos meses que no pisaba suelo firme, los tambaleos del andamio me habían causado muchísimas náuseas de las que al final mi cuerpo no tuvo otro remedio que acostumbrarse. Me mantenían con pan y agua, pocas veces con leche caliente, que me ayudaba a soportar las bajas temperaturas de Roma, y aun así no paraba de escuchar esa tormentosa voz que sin descanso me decía:

_”Miguel Ángelo, tus Trabajos no son suficientes y no me convence tu obra”
_”Mi obra simplemente es petición de usted, en ningún momento he pretendido personalizarla”
_”Da igual, da igual, han pasado tan solo 6 meses y solo has pintado 2 partes de la bóveda.”
_”Señor no duermo, no como y me dejo la piel en esta bóveda, estoy a 20cm de la bóveda, mi cuerpo no descansa, mi barriga esta hambrienta y mi mente no crea más idees, necesitare un descanso.”
_” ¿Descanso dices? Creo que ningún discípulo del señor se merece un descanso y menos cuando se está realizando una obra para el Altísimo, hay que ser valiente y si hace falta, darás la vida por el igual que él la dio por ti.”
_”Estoy dispuesto a dar la vida por el creador del mundo, pero si salgo vivo de esta obra, ¿cómo voy a vivir? ¿Si su señoría no cumple la parte económica del contrato?”

Pego un puntillón, cogió su capa, se cubrió y se fue sin decirme nada encerrándome en la capilla. Llegue a un punto que mi rabia necesitaba salir. A 15m del suelo tampoco es que pudiera saltar ni gritar, tan solo me quedaba una fuente de relajación. Pare, mire mi Trabajo hasta el momento y pensando las palabras de Julio II mis manos inquietas cogieron la pintura blanca y ensuciaron todo el trabajo ya finalizado, si al Papa no le gustaba el trabajo hecho hasta el momento, era el momento de hacer el Génesis a mi manera. Esa noche pinte hasta que mis brazos se durmieron por cansancio, en menos de dos semanas, tenía ya la mitad de la bóveda hecha.

Habían pasado ya dos años, la obra estaba casi terminada, desde la última visita del pontífice no había vuelto nadie a abrirme la cámara, me daban la comida por las ventanas exteriores, era como el castigo de mi vida, el infierno al que no deseaba ir sino aceptaba esta obra. En ese momento alguien metió la llave y abrió la Puerta, era el pontífice y le dije: “vamos a empezar a desmontar el andamio” y el me respondió “no quiero perderme ni un detalle”. Estaba asustado, tenía mucho miedo de la reacción del pontífice, pero me daba igual, mi nombre seria recordado en la historia del vaticano. Cuando el andamio estuvo totalmente desmontado se abrieron las ventanas para que se viera la luz, y al ver el pontífice la obra realizada, cayó desplomado en el suelo de la capilla, mientras se cogía el crucifijo que llevaba colgado en el cuello. Lo había conseguido, el más alto cargo eclesiástico que había en el mundo, había caído en mis pies, por eso y desde ese día yo mismo me considero mi Dios.

Poema a la boveda:


Si por Dios he de morir,
y viviendo he de sufrir.
Prefiero yo descansar,
y morir a mi pesar.

Si mi vida quiero honrar,
no hay porque flagelar.
Aun así al morir,
subiré al cielo a vivir.

Mi descanso es terminar.
Y ver como se desploma,
como una vieja paloma,
al cura que quise yo matar.

EL GRECO

Candía, 1541. Un matrimonio estaba de celebración, acababa de nacer su primer hijo, Doménikos Theotokópoulos, un niño moreno, de ojos oscuros y piel blanquísima: un niño que iba a ser más famoso de lo que sus padres pudieran haber imaginado. el mismo se imaginaba a lo que iba

Era un día como otro, Doménikos se encontraba en su aula, aunque ya habían terminado sus clases. Cómo siempre él como siempre se quedaba a pensar en sus cuadros, en cómo poder llegar más alto. Se quedó mirando su último cuadro y vio que sobre ellos recaían todas esas pinceladas que sus maestros italianos le habían enseñado y eso no le gustó del todo, porque para ser un gran pintor él mismo debía crear su propia tendencia, no parecerse a algo que otros ya habían hecho Así que tomó la decisión de ir en busca de su propia inspiración, pero aunque sabia que solo viendo mundo no la encontraría. Así que se fue a estudiar a los grandes de Italia, como a Miguel Ángel. Se puso en marcha y emprendió su viaje.

Primero llegó a Venecia. Estaba completamente solo, él y su poco equipaje que llevaba encima, en cuyo interior había sobre todo instrumentos y utensilios para pintar. Lo primero que buscó fue una posada para descansar del tan largo viaje. Cuando entró, el mundo le cayó a sus pies; vio a un ángel y casi al mismo tiempo pensó que quería pintarlo, que debía ser su musa, su inspiración. Era una mujer bellísima, era alta, muy blanca, con los ojos claros, las mejillas sonrosadas y los cabellos como el oro. Era perfecta y pensó que ella debería estar plasmada es uno de sus cuadros. Se quedaron mirando y fue como si estuviera en el mismísimo infierno y sin embargo estaba sumido en su propio pensamiento.

Entró en la habitación y descargó el equipaje en el suelo y aunque solo tenía una cosa en su pensamiento: ella. Se armó de valor y bajó a la taberna donde supuestamente se encontraría ella. Cuando entró le volvió ese aire a infierno que le llegó anteriormente. Se acercó a ella y se presentó:

-Hola bella dama - dijo un poco avergonzado.

-Hola.

El corazón se le paró al ver ese aire de reproche que llevaba encima aquella bellísima dama, así que se giró y subió corriendo a la habitación y sacó un lienzo y su pincel y empezó a plasmar toda su rabia. Se paso toda la noche pintado y a la mañana siguiente salió de allí como si se le terminara el mundo, le pago al posadero y se fue. Llego a la plaza San Marco y se sentó enfrente de la catedral. Pasó como dos horas allí sentado sumido en su propio sueño Durante todo ese tiempo vio pasar a mucha gente, pero solo se quedó mirando durante un rato a un anciano ciego que iba pidiendo. En ese mismo instante se le ocurrió cómo arreglar el desastroso cuadro que había hecho la noche anterior. Cuando terminó de arreglarlo hacerlo se quedó mirándolo y vio cómo empezaba a florecer su inspiración.

Pensó que su estancia allí ya se había terminado y volvió a emprender su viaje. En Roma le esperaba el Cardenal Alejandro Farnesio, que con recomendación de Giulio Clovio, le ofreció estancia en su palacio hasta que el pudiera encontrar con qué apañarse.

Tuvo un buen recibimiento pero se encontraba muy cansado así que se disculpó y se fue a su habitación. Cuando ya estuvo bien descansado se fue a charlar con Farnesio y a la vuelta del pasillo se encontró con ella su ser angelical y el cuyo su reprocho le había causado tanto dolor. Ella se quedó mirando su rostro, recordando su encontronazo y él se quedó otra vez sumido en su propio infierno, pero aunque esta vez era diferente, eran los dos los que sentían ese ardiente ardor por su pecho. Ella que llevaba unas tazas en la mano se le cayó como si de repente se le hubieran quitado todas sus fuerzas. Él al ver esa reacción, se agachó a recoger las tazas, que por suerte no se habían roto. Cuando subió para dárselas, sus ojos se quedaron penetrando en los de ella y sintió que podía quedarse así toda su vida. Ella, avergonzada cogió las tazas y se fue corriendo, el se quedo perplejo y siguió su rumbo. Estuvo un rato deambulado por los grandes jardines con Farnesio hablando de sus pinturas y de los retablos que se encontraban en la iglesia de Candía, que al parecer eran muy famosos. Cuando se dirigía a su habitación se volvió a encontrar con ella, pero estaba vez no consentiría oír el aire entre ellos dos, sino hablar con ella. Se acercó y se pusieron a hablar.

-Hola bellísima dama, esta vez podremos hablar o vas a dejarme sin respiraron otra vez.

-Yo…es que…no -dijo muy avergonzada- lo que pasó el otro día fue una tontería.

Empezaron a hablar y se pasaron casi todo la noche hablando y sintió que se estaba enamorando….y no se lo pensó mas, la besó sin más y sintió que su mundo desaparecía, que solo existían ellos dos y nadie más. Lo que ellos no veían era que tras las pareces se encontraba el mayordomo del cardenal, el cual que estaba tremendamente enamorado de ella y no dejaría escapar una oportunidad teniéndola tan cerca.

Doménikos y Aradna, que así es como se llamaba, pasaron la noche juntos pero lo que Doménikos no se esperaba es que el Cardenal lo llamara a primera hora de la mañana solo para comunicarle que estaba expulsado de la catedral y que no esperaba volverlo a ver jamás. Doménikos se quedó perplejo y fue corriendo a decírselo a Aradna. Como se encontraban en un estado de enamoramiento total, Aradna decidió dejar su puesto como criada e irse con él.

Salieron a la calle y se veían solos, sin nada, ni siquiera un lugar donde poder dormir, pero estaban juntos y para ellos era todo y no necesitaban nada más.

Muchos años después…

La vida de Doménikos empezaba a sonreírle de verdad, se cáso con Aradna y tuvieron tres hijos, Jorge, Raffaella y Martina. Doménikos entró como maestro de miniaturas. Jorge, el hijo mayor, no era de Aradna. Aparte de seguir los pasos de su padre sobre en lo relacionado a la pintura también le gustaban los libros, le encantaba leer poesía y se pasaba el día recitando. Doménikos siempre recordaba el mismo:

Si más bien te viera,

Tú no lo querías saber,

Porque aunque no te quiera,

Tú eres todo mi deber

Si tu mi fiel eres,

Y yo no te quiero ni ver,

Tu a mi me vieres

Lo que yo a ti no te quiero ni ver.

Mi amor quieres ver

Pero yo no te hago saber,

Que aunque no te quiera

Tú eres todo mi deber

Le gustaba tanto porque le recordaba al encuentro que tuvo por primera vez con Arandna y el odio que sintió hacia ella cuando lo reprocho.

A Doménikos le volvió el mismo sentimiento que tuvo en Candía antes de marchar a ver mundo, que su inspiración había disminuido y como ya estaba viejo decidió que deberían marcharse a España y acabar sus vidas allí.

Doménikos y Aradna, junto a sus hijos siguieron todo lo que quedaba de su vida allí, en Toledo. Pocos años después de su estancia en Toledo, Doménikos cayó gravemente enfermo y como ya le pesaban los años duró poco más de año y medio.

Aradna se quedó muy sola. Tenía a sus hijas, pero ella siempre recordaba aquellos momentos, en Roma, la noche en el palacio, la noche en la posada, su reproche y cada día iban sumándose más cosas. Aradna a causa de su dolor, se encerró en una habitación y se pasó dos semanas sin comer ni beber lo que le causó su muerte, cosa que ella quería que ocurriera porque significaría el reencuentro con Doménikos.