dimarts, 29 d’octubre del 2013

Las pirañas caníbales

SIMPATÍA POR EL DÉBIL

Las pirañas caníbales

En su empresa estaban haciendo un ERE y como él, según él mismo se calificaba, era un “jefecillo” estaba advertido con tres días de antelación de quiénes eran los empleados a los que se iba a despedir, pero le habían prohibido decir nada al respecto. Uno de los que iba a ser despedido se acababa de meter en un crédito precisamente para comprar el coche que debería llevarle al trabajo que ya no tendría, un crédito que no podría sostener. Varios otros tenían más de cuarenta y cinco años y era difícil que encontraran otro empleo. La empresa no tenía pérdidas, en realidad iba mejor que nunca. Pero ¿quién quiere tener a ingenieros en plantilla que cobran tres mil euros si por ochocientos vas a encontrar a recién titulados que trabajen lo mismo o más? “Y sabiendo todo esto –le dije–, ¿puedes dormir de noche?”. “Bueno –me dijo–, a veces lo paso mal”. Pero no parecía pasarlo nada mal. Se estaba tomado un gin-tonic repantingando en un sillón de cuero y flirteando abiertamente conmigo. Llevaba una camisa de Desigual de doscientos euros.

Hablando con una periodista del corazón sobre la muerte de la niña mimada de la 'jet set', ella me dice que está casi convencida de que se trató de un suicidio. Yo creo recordar que en su día esta periodista fue de las que más atacaron a la 'socialite' y de las que dudaron que su testimonio sobre los malos tratos que sufrió en su matrimonio fuera cierto. “Pero –pregunto yo– tú sabías que él sí que le pegaba, ¿no?”. “Sí –me dice–, pero a mí me pagaban por crear polémica”. De nuevo la pregunta: “Y sabiendo todo esto, ¿puedes dormir de noche?”. “Es mi trabajo”, me responde tan tranquila. “La televisión es así y ella ya sabía a lo que estaba jugando”.

Yo tenía de jovencita un amigo medio loco al que se le ocurrió la feliz idea de tener pirañas en casa. Para alimentarlas tenía que comprar unos pececitos muy pequeños llamados guppies. Las pirañas pueden comer pienso, pero lo cierto es que se aburren: necesitan alimento vivo. Pues bien, las pirañas, a la hora de devorar al guppy, eran innecesariamente crueles: primero le arrancaban las aletas para que no se pudiera mover y podían dejar al pez vivo pero desangrándose, incapaz de moverse, un rato en el acuario, antes de decidirse por devorarlo. Mi amigo salió un día de marcha y tardó tres días en regresar (un tipo que tiene pirañas en casa no es, como imaginarán ustedes, persona de rutinas y costumbres muy estables). A la vuelta descubrió que varias pirañas se habían zampado a las otras a falta de guppies para comer.

Cuando pensamos en un psicópata, la primera idea que se nos viene a la cabeza es la de un asesino en serie. Pero en realidad un psicópata no es necesariamente un asesino. Es simplemente un individuo que no siente empatía hacia el dolor de otros, ni remordimiento si ha sido él quien lo ha infligido. Existe un enorme debate científico sobre si el psicópata nace o se hace. ¿Acaso la sociedad no recompensa en muchos terrenos al individuo que demuestre tener menos escrúpulos y no lo propone precisamente como modelo de triunfador? En una sociedad de predadores y presas como en la que vivimos, tenemos que recordar una cosa: Cuando las pirañas se coman a todos los guppies, van a empezar a devorarse unas a otras. Y no nos queda mucho para eso. Lo que no sé es si los guppies algún día podrán aprender a organizarse y defenderse.

Lucía Etxebarria - Magazine, 26 de octubre de 2013

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