A otra cosa
La lástima, reconvertida en trámite burocrático, nos evita el
papeleo, los timbres, las pólizas y el enfrentamiento con la verdad.
Usted vaya a ese rincón y dese siete golpes en el pecho. Usted derrame
cuatro lágrimas y usted laméntese de la hipocresía de que se conceda la
nacionalidad a los cadáveres y se persiga a los supervivientes. Usted,
Millás, describa todo este lío con cierto desgarro sintáctico. Señale la
contradicción de que nos duelan los muertos cuando las leyes prohíben
auxiliar a los náufragos. No olvide añadir que en su propio país está
prohibido proporcionar cobijo a un simpapeles. Describa los Centros de
Internamiento de Extranjeros, eso siempre funciona. No se corte en decir
que sí, que, en efecto, son cárceles para personas que no han cometido
delito alguno. Cargue ahí las tintas. Construimos cárceles para
inocentes, manicomios para cuerdos, raquetas para mancos (si le apetece,
haga una pirueta y hable de los aeropuertos sin aviones; si no, cambie
de párrafo).
Personas como usted, Millás, colaboran a resolver el papeleo de la
lástima a los contribuyentes poco experimentados. Nos recuerdan a esos
pasajeros amables que, en el avión, ayudan al vecino de asiento a
rellenar el formulario de aduanas. No se corte. Si le apetece decir que
lo de Lampedusa ha sido un crimen a gran escala cometido por quienes
levantaron la mano en el Congreso (o en los congresos), dígalo con todas
las letras. Esto nos ayuda mucho, pues añade a la gestión de la lástima
ese punto de indignación moral sin consecuencias que tanto bienestar
produce en el votante. Y no se olvide de lanzar un puyazo al Frontex, el
organismo europeo encargado de gestionar las fronteras exteriores de
los países de la UE. Le agradecerán mucho la mención, nadie los conoce.
Cierre de este modo el artículo, factúrelo, y a otra cosa, mariposa.
Juan José Millás, El País, 11 de octubre de 2013.
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