dimecres, 27 de novembre del 2013

Las otras Valencias

Jordi Évole
AL CONTRATAQUE 
Jordi Évole. Periodista.

 En los últimos años he tenido la suerte de asistir en dos ocasiones a la fiesta que organizan los de la revista Cartelera Turia. Y las dos veces he tenido la misma sensación: me parecía increíble que esa gala se estuviese celebrando en la Comunidad Valenciana. Era como entrar en la Galia que el imperio establecido no había sabido conquistar ni con sus copas América, ni sus circuitos de F1, ni sus calatravas. Los de la Turia siempre me dicen lo mismo: «Évole, hay muchas Valencias, pero solo conocéis una».
Es una fiesta reivindicativa, protestona, ácrata, divertida, irreverente. Nunca se han olvidado de reconocer la lucha de colectivos de ciudadanos comprometidos con grandes causas. Fue en el 2008 cuando la Revista Turia premió a la Asociación de Víctimas del Metro de Valencia, cuando nosotros, los de Salvados, estábamos por otros menesteres. Y en la última edición no dudaron en premiar a los trabajadores en lucha de Canal 9.
Esas galas cuentan con la participación de Xavi Castillo, un cómico descomunal que no actúa, se desparrama, que ha dicho las cosas más bestias que yo he oído encima de un escenario. Castillo me recuerda al Rubianes más indomable. Ese Rubianes al que la caverna amargó la vida. La madre que los parió, que diría el Pepe. Bueno, él no sería tan fino.
Castillo está vetado en Canal 9 y en muchas poblaciones valencianas. La última vez, le dije que me encantaría verle un día presentando los informativos de la televisión autonómica valenciana. Y esta semana por un momento creí que mi sueño podía hacerse realidad.
La toma de la dirección de una cadena por parte de sus trabajadores me parece lo más romántico que ha pasado en el mundo mediático en los últimos tiempos. Ya sé que ha sido una acción desesperada y tardía. Pero me imagino la adrenalina de esa redacción, después de años de sangre de horchata. Y recuperar la simpatía de un público que había dado la espalda a tanta manipulación, que no sabría cómo definir, si grotesca o asquerosa. ¿Cómo nos hemos podido acostumbrar a tanta mierda sin hacer nada? Hasta su última directora ha declarado estos días: «Cuando me llamaron para dirigirla, la verdad es que no la veía nada. Hacía años que no me gustaba y en la mente tenía que había informaciones que no salían nunca» (El País, 8/11/2013).
Lo que ha pasado en Canal 9 nos tiene que servir de lección. En esta profesión, callarnos no sirve de nada. Aunque te calles, cuando vienen las vacas flacas te pegan la patada en el culo, y si te he visto no me acuerdo. Incluso si fuiste el más pelota de todos los pelotas. Si nos tienen que dar la patada que nos la den, pero no por habernos callado. Si acaso, que sea por haber hablado más de la cuenta. Al menos te irás a casa, pero descansado. Que es como lleva yéndose a casa hace muchos años Xavi Castillo. Aunque haga ya mucho tiempo que la tele de su país no le hace ni caso.
Lunes, 11 de noviembre del 2013

dimarts, 26 de novembre del 2013

343 asquerosos intelectuales


Ángeles Caso.
A las mujeres nos cuesta mucho comprender la atracción de ciertos hombres por las prostitutas. He dicho “ciertos”, aunque probablemente debería haber dicho “muchos”, tal y como parecen confirmar las cifras de ese negocio, por muy confusas que sean. (Antes de que alguien haga el consabido e inevitable comentario, ya lo hago yo misma: por supuesto que también hay mujeres que utilizan los servicios de prostitutos, pero su número es infinitamente menor que el de los varones).

Hace algunos años, las mujeres de mi generación creíamos que lo de la prostitución era cosa de otros tiempos. Con asombro y asco, hemos ido descubriendo sin embargo que entre los usuarios de los prostíbulos hay hombres de cualquier edad y aspecto físico. A veces he conseguido tirar de la lengua a algunos amigos para que me expliquen ese misterio. Y las respuestas que me han dado son tan simples, que no dudo de que sean verdad: quienes buscan prostitutas suelen hacerlo porque no quieren tener que molestarse en conquistar a una mujer –corriendo además el riesgo de que les dé la lata al día siguiente–, y a menudo también por sentirse durante un rato machos dominantes. El que paga, ya se sabe, manda.

He utilizado la palabra “asco” y la reitero: a las mujeres –y estoy segura de que también a muchos hombres– nos da náuseas la terrible sordidez que suele acompañar ese trabajo. Prostitutas voluntarias hay muy pocas. Para ellas habría que exigir legalidad plena, todos los derechos y deberes de cualquier otro trabajador. Pero los estudios más serios y los datos de los propios cuerpos de seguridad hablan de que entre un 80% y un 90% de las mujeres prostituidas en nuestro país y en los de nuestro entorno son extranjeras que han sido engañadas, cuando no directamente secuestradas. En el mejor de los casos, víctimas de la miseria a las que no les queda otro remedio más que acostarse con hombres para sobrevivir y sacar adelante a sus familias. Mujeres desgraciadísimas, que trabajan en condiciones muy semejantes a las de las esclavas, amenazadas, maltratadas, drogadas y expoliadas por las mafias y los chulos. Es inevitable preguntarse dónde dejan su conciencia esos hombres “decentes” que a veces terminan una noche de juerga o de negocios en la habitación sórdida de un bar de carretera, usando el cuerpo maltrecho de una hija de la pobreza y la desaprensión.

No sé cuál es la solución para el drama de todas esas mujeres. Quizá no, como a veces he pensado, la legalización. Pero tampoco, desde luego, la repugnante defensa que acaban de hacer 343 intelectuales (?) franceses. Indignados ante una proposición de ley que pretende castigar a los clientes de las prostitutas –una estrategia que en Suecia ha cosechado mucho éxito–, ese puñado de señores ha firmado un manifiesto que se titula 'Touche pas à ma pute' (deja en paz a mi puta). Gentes como el famoso escritor Frédéric Beigbeder, al que no pienso volver a leer, el humorista Basile de Koch, el periodista político Éric Zemmour, el actor Philippe Caubère, el dramaturgo Nicolas Bedos o el abogado Richard Malka. Hombres muy serios y sesudos, comprometidos con muchas causas nobles, que consideran sin embargo que una mujer víctima de la miseria, la violencia o la trata debe estar al servicio de sus caprichos. No saben el asco que me dan.
Magazine| 21/11/2013

divendres, 22 de novembre del 2013

Educar para civilizar



Educar para civilizar

Fernando Savater

Hace más o menos un año, con motivo de una desafortunada e insolidaria actuación del alcalde de Milán respecto a unos inmigrantes albaneses, Umberto Eco se preguntaba en un artículo qué puede hacerse como respuesta a tales comportamientos incivilizados. Desde luego, decía Eco, es superfluo recordarle al señor alcalde los principios de la dignidad humana y sus derechos, porque si no los conoce ya a sus años es difícil que vaya a aprenderlos de un día para otro. Lo único efectivo a medio y largo plazo es educar a los hijos de ese alcalde y a los de quienes le votaron para que sientan repugnancia racional ante la discriminación. Y también para que comprendan que la ciudadanía verdadera consiste en compartir derechos universales y no en sentirse parte de un pueblo o comunidad privilegiada, cerrada sobre sí misma y recelosa ante los desafortunados.
Este es el objetivo de dos campañas de las que quisiera darles breve noticia. La primera de ellas está promovida por una de las ONG más fiables que existen en la actualidad, Médicos del Mundo, y propone una tarea de sensibilización acerca del lenguaje que utilizamos corrientemente (y sobre todo, que utilizan los medos de comunicación) a propósito de los inmigrantes. Los destinatarios de esta campaña, según la sabia recomendación de Umberto Eco, son los colegiales de ESO y bachillerato.
La xenofobia es una actitud que no se contagia tanto por las ideas (en general, los xenófobos carecen de ellas) como por las palabras. Pensemos, por ejemplo en el uso descalificador que ciertos nacionalistas de nuestro país dan hoy al término “español” o -los más finos y, por tanto, más repugnantes- a su ridícula variante de “españolista”. No califican objetivamente nada, sino que expresan solamente una voluntad de excluir o rechazar a aquellos con quienes deben -subrayemos el deben, porque de ese deben no hay escape- seguir conviviendo. La campaña de Médicos del Mundo se refiere a los usos verbales discriminadores para referirse a los inmigrantes, muchos ya casi oficializados y manejados aún por personas que no se consideran en modo alguno xenófobas. El más característico es el de hablar de “inmigrantes ilegales”, o incluso sencillamente “ilegales”. ¿Cómo puede ser ilegal una persona? El principio básico de dignidad en que se basan los derechos humanos consiste en no juzgar nunca lo que las personas son, sino limitarse a valorarlas por lo que hacen. Puede ser ilegal o irregular una forma de inmigración, pero nunca la persona que la practica. Se empieza por hablar de gente “ilegal”, se pasa luego a calificar a esos mismos o a otros de “gente de dignidad cero” y se termina apoyando leyes de limpieza étnica o de exterminio higiénico de delincuentes.
La segunda campaña viene promovida por la UNICEF del País Vasco, y su objetivo es explicar a las niñas y niños el contenido de la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada en 1989 y ratificada ya por 191 países, entre ellos afortunadamente el nuestro. Da a conocer a los más jóvenes esos derechos -que enlazan desde su categoría de edad con los derechos humanos básicos- es el primer paso para hacerles entender que hay que respetar los derechos de todos los demás, así como también exigirlos cuando son violados donde fuere y solidarizarse con quienes sufren tales violaciones. Es importante subrayar desde el principio que tales derechos no son algo que se tiene de modo pasivo, sino un instrumento para participar en lo común y para responsabilizarse por lo que afecta a los semejantes. ¡Ojalá que esta iniciativa pedagógica tenga éxito precisamente en el País Vasco, donde tanto se necesita defender lo que nos une al distinto frente a quienes no pretenden más que oponer y disgregar!
(El País semanal, 3 de enero de 1999)

divendres, 8 de novembre del 2013

Pública, rigurosa y en valenciano

Pública, rigurosa y en valenciano

07.11.2013 Levante-EMV
Amparo García Vilaplana

Hace unos meses, en un off the record al que asistí, un dirigente económico valenciano alertaba de la pérdida de influencia en España. Créanme, este señor está lejos de identificarse con cualquier tipo de nacionalismo, pero lamentaba cómo todos los sectores económicos, bancarios, empresariales y políticos se doblegaban ante Madrid. Advertía de que la crisis estaba sirviendo de excusa para intensificar un centralismo que iba a llevar al traste a las autonomías. Un centralismo que, en nuestro caso, obviaba la sensibilidad de los valencianos y que nos perjudicaba enormemente como sociedad.
Este martes, 5 de noviembre de 2013, Alberto Fabra puso la puntilla a este proceso. Sació los deseos de su líder nacional, Mariano Rajoy, y sirvió de avanzadilla para el cierre futuro de televisiones autonómicas. Su decisión política supone un mazazo para la sociedad valenciana. Una mordaza a nuestra libertad de expresión, un quiebro a la higiene democrática.
No son sólo miles de familias a las que dejarán sin trabajo, que también. No es sólo una profesión que desde que empezó la crisis parece tocada de muerte, que también. Va más allá.
Veta la oportunidad de dar voz y vertebrar nuestra lengua, nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestra cultura, nuestras necesidades, nuestra sociedad. Y lo hace de una manera absolutamente impresentable, apelando a la demagogia, tratando de confundir a la ciudadanía y una vez más, eludiendo cualquier tipo de responsabilidad política. Es intolerable que tras años de una gestión nefasta y una manía casi enfermiza por la manipulación de contenidos por parte de los diferentes gobiernos valencianos, ahora el jefe del Consell responsabilice sólo a una señora que no lleva ni un año en el cargo y a los trabajadores.
Los distintos inquilinos del Palau de Fuentehermosa han sido los principales responsables de lo que se había convertido Nou (antes Canal 9) y Ràdio Nou. Un ente audiovisual público y de calidad era posible. Pero se corrompió. Desde la Unió de Periodistes exigimos que se replantee la negociación, que se permita hacer una estructura viable y se apueste por la libertad informativa. En manos profesionales, sin injerencias políticas, es posible.
Pero con otras formas. No se entiende que Fabra hable de cerrar RTVV para poder mantener hospitales o colegios públicos, aunque aún no sabe exactamente cuánto dinero va a poder ahorrar. Resulta extraño que un Gobierno autonómico decida en sólo siete horas cerrar una televisión con 24 años de historia. La Administración valenciana ha hecho EREs en el Ivvsa, Palau de les Arts, Cacsa, FGV, Centro de Investigación Príncipe Felipe, Ciegsa o Vaersa antes que en Radiotelevisió Valenciana, pero sólo ha metido la pata en Vaersa y en la empresa pública del audiovisual valenciano. Un error que va a permitir a Fabra lucirse en Madrid, obviando el derecho de cinco millones de personas a recibir una información pública y rigurosa en valenciano.

Gato encerrado


Juan José Millás
Si lo vamos entendiendo bien, EEUU no nos espía a todos, sino a metatodos. De ahí que se hable de metadatos, en vez de hablar de datos. Del mismo modo que un metadato es un dato sobre otro dato, un metatodo es un todo sobre un todo. Significa que para comprender lo que nos pasa necesitamos ciertos conocimientos de lingüística. Dejémoslo aquí, que no está el día para este tipo de lucubraciones o metalucubraciones. El prefijo meta es la hostia. Vean, si no: metacrilato, metadona, metafísica, metalenguaje, metapsicología… Cuando creímos haber comprendido la física, llegó Ángel Gabilondo y desenfundó la metafísica. Y cuando nos habíamos hecho con la modernidad, se nos apareció la posmodernidad. La poshistoria, en cambio, surgió sin que hubiésemos agotado la historia.
El caso es que siempre se puede ir más allá. De eso trata el prefijo meta. Si hablamos de metalenguaje, nos referimos a algo que está más allá del lenguaje. En Madrid, después de Móstoles hay un pueblo al que llamamos Navalcarnero, cuando quizá deberíamos decirle Metamóstoles. Lo curioso es que el metadato no pretende ir más allá, sino más acá del dato. El metadato, por ejemplo, de un correo electrónico cualquiera no es su contenido (“mamá, no me esperes a comer”), sino la hora a la que fue enviado. Si el espía comprueba que el mensaje fue enviado antes de la cena, y no antes del almuerzo, como sugiere el texto, se dice: aquí hay metatexto. Significa que hay gato encerrado. Entonces introduce el dedo, o el metadedo, en el asunto y descubre un complot.
Quedamos, pues, en que el metadato es el más acá del dato. Así, para la CIA, lo importante de este artículo no es lo que importa, sino lo que metaimporta. ¿Y qué es lo que metaimporta? Ah, pues que lo averigüen, que para eso les pagan. Yo solo digo que, si le buscan las vueltas, encuentran algo.
El País. 8 de noviembre de 2013