dimecres, 29 de febrer del 2012

UN DÍA EN LA VIDA DE LEONARDO DA VINCI

(Por la mañana.)

- Querido Francesco necesito contarle una cosa que me tortura el alma y como alumno favorito que eres y la confianza que te tengo, necesito contarte.

- Decidme Don Leonardo, ¿qué le sucede?

- Pues hay una dama de la cual estoy completamente enamorado desde el primer día en que la vi y pensando en ella no puedo dormir.

- ¿Y de qué dama se trata, señor?

- De Lisa Gherardini…

- Pero señor, es la esposa de Don Francesco Bartolomeo del Giocondo, un famoso mercader textil, no puede usted hacer nada.

- Ya lo se Francesco, por eso no puedo dormir, pero aunque sólo pudiera tener algo suyo me conformaría, sería feliz.

- Señor, ¿y si le pide una prenda?

- Jajaja, no querido Francesco, si se enterara su esposo en unas horas pediría mi cabeza.

- Mmmm… pues utilícela de modelo para un cuadro.

- ¡Jajá! ¡Mi Francesco, siempre con buenas ideas! Esta bien, pero, ¿cómo le pido que sea mi modelo?

- ¡Usted tranquilo, de eso me encargo yo!

- Muchas gracias Francesco, siempre ayudándome en todo lo que puedes, te lo agradezco.

- No hay de qué señor, yo por usted hago lo que sea, incluso daría mi vida por salvar la suya.

- ¡Anda Francesco, no me sea tan pelota!

- ¡Es verdad señor! ¡Diciendo eso me ofende!

- Esta bien, te creo. Perdóname.

- No pasa nada, esta tarde hablaré con la señora Lisa y se la traigo a su estudio.

(Por la tarde.)

- Hola, ¿ es usted Don Leonardo da Vinci, el señor que quería pintarme?

- Si… soy yo.(Un poco nervioso.)

- Y…¿porqué quiere utilizarme de modelo?

- Porqué cuando la vi, me fijé en su sonrisa tan peculiar que tiene. Y quisiera pintarla porque esa sonrisa tan peculiar y bonita es digna de un cuadro.

- Gracias. ¿Y porqué es tan peculiar?

- Porqué de normal en las sonrisas sólo hay un sentimiento, la felicidad, pero en la suya hay una mezcla de sentimiento que la hacen peculiar. Bueno vamos a empezar.

- Vale, ¿ dónde me pongo?

- Aquí sentada, ahora gire el cuerpo hacia delante y apoye el brazo izquierdo en el apoyabrazos de la silla y la otra mano apóyela encima de la muñeca izquierda.

- ¿Así?

- ¡Perfecto!

- Esta postura es un poco incomoda.

- No pasa nada, usted quédese quieta que en un momento acabo el boceto y ya se podrá ir y mañana continuaremos.

- vale.

- Ya hemos terminado.

- Vale, ¿puedo verlo?

- Claro, por supuesto.

- ¡Me gusta!

- Aún le gustará más cuando esté terminado.

- Espero… Bueno adiós, hasta mañana.

- Adiós…

(Entra Francesco al estudio.)

- Maestro, ¿cómo ha ido?

- Estupendamente Francesco, mi sueño se está haciendo realidad.

- Me alegro señor. Ya es tarde, será mejor que descanse un poco.

- Creo que si mi querido alumno, esta noche creo que ya podré dormir.

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