dimarts, 27 de juny del 2017

Artículos sobre lenguaje sexista



Reproduzco los siguientes artículos publicados en distintos medios de información sobre el lenguaje sexista
JAVIER MARÍAS Cursilerías lingüísticas 20/03/1995
ROSA MONTERO El lenguaje sexista 09/04/1995
JAVIER MARÍAS El lenguaje sexista 11/04/1995
.GUILLERMO FATÁS 'Machisto' 12/04/1995
ARTURO PÉREZ REVERTÉ Miguel Hernández era un falócrata 31/12/2006
ARTURO PÉREZ REVERTÉ Aceituneros y aceituneras 17/12/2006
JAVIER MARÍAS El pelma ante los plastas 13/07/2008
ENRIQUE GIL CALVO Ciudadanas o ciudadanos 08/03/1996
MIGUEL GARCÍA POSADA Defensa no patriótica de la lengua 23/04/1997
MIGUEL GARCÍA POSADA El femenino políticamente correcto 20/03/1995
SOLEDAD de ANDRÉS CSTELLANOS Sexismo y lenguaje
SOLEDAD de ANDRÉS CSTELLANOS Castellanos Poeta o poetisa
EMILIO ALARCOS LLORACH Género, número y sexo 21/02/1990
VALENTÍN GARCÍA YEBRA Sobre titulos femeninos 29/01/2002
ENTREVISTA de JOAQUÍN VIDAL a FERNANDO LÁZARO CARRETER El maltrato alespañol es suicida 09/02/1996
MERCEDES BENGOECHEA El lenguaje instrumento de igualdad
 

https://es.scribd.com/document/53787774/Lenguaje-Sexista

El lenguaje sexista - Rosa Montero



ROSA MONTERO
El Lenguaje sexista
El País Semanal 9 de Abril de 1995
 Hay bastantes expresiones tradicionales que comienzan a resultar ridículas para muchos oídos: entre ellas la utilización de `él hombre' como genérico.
Hace poco leí un artículo en este periódico escrito por un amigo y compañero cuyo trabajo aprecio. Tal vez este comienzo resulte un tanto equívoco: he observado a menudo que, en cuanto que alguien dice "mi admirado colega", suele ser porque en realidad le odia malamente; y no hay como ver a dos hombres (casi siempre son varones quienes participan en este rito) palmeándose mutuamente la espalda al efusivo grito de "¿Qué hay de nuevo, maestro?", para deducir con casi total seguridad que ambos caballeros son enemigos íntimos. Pues bien, en mi caso es cierto que disfruto mucho con los escritos de Javier Marías, que es el amigo al que antes me refería; pero eso no evita que en ocasiones, como ésta (en realidad no recuerdo otra), no comparta su opinión. El artículo se titulaba Cursilerías lingüísticas y expresaba con la gracia literaria habitual en Marías una opinión muy vieja. Venía a decir que el lenguaje puede parecer sexista pero que en definitiva no lo es ("la lengua es un instrumento útil, y como tal está lleno de convenciones que en sí mismas no presuponen necesariamente discriminación); y en concreto sostenía, citándose a sí mismo de un texto anterior, que no había que abolir la palabra hombre como genérico (en frases como "el hombre contemporáneo", por ejemplo) en favor de la cursilería feminista". Es cierto que algunas feministas radicales (sobre todo las francesas, como Wittig o Cixous) han caído no ya en una
cursilería lingüística (el uso mismo del adjetivo cursi, por cierto, ya no es neutro, sino muy tópicamente femenino: a los hombres se les critica con calificativos negativos de más peso), sino en el disparate intelectual de proponer un lenguaje alternativo completamente artificial y lleno de inventos bárbaros tales como m/e o y/ o. Pero sus trabajos se insertan dentro de las nuevas corrientes de la lingüística y son equiparables a los de sesudos varones como Derrida: todos ellos, unas y otros, me parecen igual de delirantes. Y es que la lengua no es sólo un instrumento útil, sino mucho más. La lengua está pegada a la sociedad de la que forma parte de la misma manera que la piel se pega al cuerpo: con idéntica intimidad y encarnadura. Y, al igual que una epidermis, sigue la superficie corporal hasta en su más ínfimo detalle: en cada repliegue, en cada curva, en un grano pasajero o en la sutura permanente de una cicatriz. La lengua es un sistema vivo, como el tejido dérmico; y responde al ser al que recubre. Quiero decir con esto que la lengua reproduce fielmente al cuerpo que hay debajo. Y las sociedades no son neutras, el mundo no es neutro, el pensamiento no es neutro, las palabras no son neutras. Una sociedad machista y patriarcal, como todas lo han sido durante milenios, construye un lenguaje patriarcal y machista. Que la palabra hombre sea genérica no es sólo una convención útil: es además una convención útil específicamente emanada de una sociedad en la que el varón era la medida de todas la cosas. Y como este ejemplo hay muchos otros: concordancias, géneros, incluso orden expositivo, porque lo normal es anteponer el sexo masculino al femenino, o sea, decir "niños y niñas” y no al contrario. De modo que la lengua es sexista, puesto que la sociedad que la creó lo fue en grado superlativo y aún lo es. Pero además es que la lengua cambia constantemente.
Como todo sistema vivo, está en perpetua evolución. El cuerpo crece, se arruga, se hiere, se tuesta, engorda y adelgaza, y la piel va detrás, adaptándose a todas las mudanzas. Por eso, porque me fascina esa cualidad viva y móvil del lenguaje, es por lo que detesto ese afán seudoacadémico que algunos muestran en fijar y atrapar la lengua como quien atrapa una mariposa: y ahora no hablo de Marías, sino de todos esos que se ofenden ante los neologismos, por ejemplo, como si les hubieras mentado a su santa madre. Sin neologismos no existiría hoy el español: seguiríamos hablando todos en latín. Una lengua quieta es una lengua muerta. Cuando cambian sustancialmente las ideas, la vida y las costumbres de una sociedad, cambia también la lengua. Por ejemplo, hoy ya no se utiliza la palabra amo en su sentido literal, porque indica una relación de servilismo que se quedó caduca. Teniendo en cuenta que la evolución del papel de la mujer en las últimas décadas ha sido descomunal, ¿cómo podemos creer que la lengua va a seguir siendo en ese punto tal y como era antes, que va a permanecer en eso de espaldas a la vida, desfasada? Muchas mujeres y hombres intentan encontrar hoy formas menos sexistas de expresar-se: hay cierta perplejidad, propia del brusco cambio social, y se debate si hay que decir- jueza o juez, pongo por caso. 'Todo ello me parece muy lógico, muy sano, muy dentro dela vitalidad de la lengua, de su proceso habitual de formación: ya se encargará la propia lengua de olvidar las barbaridades nuevas que resulten chirriantes y de adoptar las buenas invenciones. De la misma manera, y por el otro lado, hay bastantes expresiones tradicionales que comienzan a resultar chocantes, anacrónicas y ridículas para muchos oídos: entre ellas, por ejemplo, la utilización de el hombre como genérico. Hace muchos años que yo jamás lo uso. Utilizo persona o ser humano.
No sé si Marías me lee; y no sé si habrá percibido en mis textos esa abolición de el hombre como una cursilería feminista. Más bien creo que, de leerme, no lo habrá advertido: porque el ya muy extendido uso de persona o ser humano (y no es más que un ejemplo) está perfectamente integrado en la lengua mutante. En este caso, lo que empieza a ser chirriante es lo contrario.

Cursilerías lingüísticas - Javier Marías

Tribuna:CENSURAS AL HABLA

Cursilerías lingüísticas

Una amable lectora dé Barcelona me escribió reprochándome un paréntesis de un artículo que publiqué en otro lugar. Aunque ya le contesté, quizá no sea superfluo dar aquí las mismas explicaciones y, de paso, intentar aclarar alguna que otra cosa que a mi modo de ver se presta últimamente a gran confusión o manipulación: Mi paréntesis decía así: el hombre contemporáneo... (y utilizo la palabra hombre en su acepción genérica, que no hay por qué abolir en favor de la cursilería feminista o más bien hembrista)...". Como puede, imaginarse, los reproches eran dos: ese empleo de la palabra hombre y el neologismo hembrista, que era entendido como alguna suerte de insulto.Empezaré por lo segundo y diré que no se trataba tanto de un insulto cuanto del intento de separación entre dos actitudes que habitualmente no se diferencian. Por una parte estaría el feminismo, movimiento, por el que tengo no sólo respeto, sino abierta admiración. A lo largo de mi vida me he sublevado ante los suficientes atropellos machistas para no desear otra cosa que su término, y aún me deja atónito que haya trabajos en los que una mujer percibe un sueldo más bajo que un hombre por llevar a cabo las mismas tareas. Sin duda hay mucho que lograr todavía en ese combate y celebraré cualquier conquista en favor de la igualdad social entre los sexos. Por. otra parte, estaría lo que llamo hembrismo, tan condenable como 61 machismo y equivalente a él: la actitud maniquea que no pretende igualdad, sino favoritismo (a menudo con trampas); el comportamiento partidista que, por ejemplo, ante una acusación de violación no querrá verdad ni justicia, sino la condena del hombre en todo caso, como si eso fuera un logro en sí mismo, independientemente de su inocencia o culpabilidad; el espíritu policial o inquisitorial que trata de imponer censuras al habla y a la opinión con pretextos y subterfugios machistas o sexistas.
Hace poco, el Instituto de la Mujer, ese organismo agudo o más bien picudo, anunció que piensa pedir a la Real Academia la supresión de las palabras así consideradas por su agudeza. El reproche de mi lectora estaba en la misma línea, y quisiera aclarar lo siguiente: la lengua no se cambia por decreto o porque lo desee un determinado grupo social, ni siquiera la cambia el diccionario, que se limita a registrar los términos que le parecen suficientemente instalados en el uso y habla de los ciudadanos; el habla es lo más libre que hay después del pensamiento, y es inadmisible que nadie intente coartarla o restringirla según sus gustos o su hipersensibilidad; es algo vivo y sin dueño, y con infinitas posibilidades, de las cuales cada hablante elige unas y rechaza otras, pero siempre sin tratar de imponer sus criterios o preferencias a otros. Uno puede abstenerse. de emplear tal o cual vocablo, pero no puede aspirar a que sea abolido por ello.
Por otra parte, la lengua es un instrumento útil, y como tal está lleno de convenciones que en sí mismas no presuponen necesariamente discriminación. En las lenguas romances como el castellano existen géneros, y quizá por eso pueden parecer más "sexistas" que otras en las que no los hay. No es así: el plural "los escritores" engloba también a las escritoras -es una mera convención de la lengua-, y me parece cursi la vigilancia que hoy lleva a tanta gente a decir "los escritores y las escritoras", "las niñas y los niños" (o a escribir, con fórmula bancaria y horrenda, "el lector /a"). En cuanto al uso genérico de hombre, es otra convención sin más, como lo es decir "el león vive en la selva", "el perro es el mejor amigo del hombre" o "los escoceses son tacaños". Me parecería de una mojigatería insufrible andar diciendo "el león y la leona viven en la selva", "el perro y la perra son los mejores amigo y amiga del hombre y de la mujer" o "los escoceses y las escocesas son tacaños y tacañas". También se dice "la tortuga", "la serpiente", "la foca" y "la araña" como genéricos, englobando a los machos de esas especies; se dice "el conejo" pero se dice "la liebre", y a nadie se le ocurre pensar que las liebres macho estén siendo excluidas o menospreciadas. Si se siguiera hasta el fin esta tendencia, habría que hablar siempre de "la tortuga y el tortugo", "el araflo y la araña", "la foca y el foco", una ridiculez. También llegaría el día en que los varones exigieran que se los llamara "personos" y "víctimos".
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Y ese día, en efecto, todos y todas habríamos sido víctimas y víctimos de la cursilería mencionada en mi criticado paréntesis.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 20 de marzo de 1995

19 mujeres brillantes que no estaban en el canon occidental hasta ahora

 19 mujeres brillantes que no estaban en el canon occidental hasta ahora - E
A Javier Marías no le parece que Gloria Fuertes sea “una grandísima poeta”. Es una opinión tan respetable como otra cualquiera, por supuesto, pero el columnista de El País ha vuelto a levantar ampollas con su texto de este fin de semana al respecto. De su mensaje se
A Javier Marías no le parece que Gloria Fuertes sea “una grandísima poeta”. Es una opinión tan respetable como otra cualquiera, por supuesto, pero el columnista de El País ha vuelto a levantar ampollas con su texto de este fin de semana al respecto. De su mensaje se recogía no sólo una duda del valor literario de una de las autoras a las que más se está reivindicando últimamente en el panorama español, sino de las mismas dinámicas mediáticas que lo han provocado.
Marías parecía decir que, sea o no cierto que a se ha despreciado a las escritoras a lo largo de la historia (donde los hombres han dominado inmensamente el panorama sin que eso angustiase a los estamentos hasta hace poco más de un siglo), el hecho de que ahora se esté recuperando a “cualquier mujer oscura o recóndita” hace que se desvirtúen los estándares de calidad, que se sobredimensione a autoras que en realidad no merecen tanto la pena para perjuicio del Dios de las letras y, sobre todo, de los lectores.
El escritor se queja, en esencia, de que el sexismo inverso nos está colando a escritoras mediocres.
Como bien señalaba, hay muchísimas grandes escritoras en la historia (algunas de las cuales sí tuvieron que pelear para encontrar un justo reconocimiento a ese talento propio que sus coetáneos le negaban), muchas más de las que él ha citado en su pequeño texto. Pero nosotros no sólo defendemos que existan, sino que esta misma dinámica de apertura está causando una suerte de justicia y de riqueza literaria que, sin una conciencia de activismo feminista, muy probablemente nos hubiese dejado huérfanos de muchos referentes. Si la mayoría de nuestras bibliotecas está en un 85% compuesta de nombres en masculino, no puede hacernos ningún mal oír unos cuantos referentes del otro género.
Redactores del medio y amigos nos lanzan algunas recomendaciones ex profeso. Disfrutemos de la literatura y disfrutemos de lo que nos han contado las mujeres.

Lucía Berlin

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Por Antonio Ortiz:
Lucia Berlin ha sido mi gran flechazo literario del año con su "Manual para mujeres de la limpieza". La mayoría de críticas emparienta su obra con la de Carver, yo la leo más cerca de un Salter pasado por México y a cuyos personajes, maltratados, les queda poca vida para el amor. El caso es que Berlin también está siendo un antídoto a mi actitud contraria a las modas literarias. Si gracias a ellas o al revisionismo feminista de la historia de la literatura se rescatan obras como ésta ya habrá merecido la pena.

Elena Garro

Por Luna Miguel:
“La literatura de Garro debería ser considerada, en calidad y trascendencia, a la par de las dos obras maestras de Juan Rulfo”. Lo escribió Geney Beltrán Félix en el prólogo de los cuentos completos de Elena Garro, la narradora mexicana que fue madre del realismo mágico —con esa obra cruda llena de personajes femeninos fortísimos— pero que a ojos de muchos críticos, lectores y editores aún sigue siendo “la mujer de Octavio Paz”, la “musa de Bioy Casares”, la “inspiradora de Márquez” y la “admirada de Borges”. Ni mucho menos. Elena Garro no es de nadie. Elena Garro es Elena Garro.

Willa Cather
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Por Héctor G. Barnés:
Creo recordar que llegué a Mi Antonia, cosas de la vida, por la canción del mismo título de Emmylou Harris. Quizá también por la sonoridad del título, al verlo en la estantería de la biblioteca. Lo leí el mismo verano que a Kerouac, Dos Passos, Burroughs o Capote, y lo recuerdo especialmente por ser el opuesto a la mayoría de ellos, ruidosos y furiosos: este retrato de la mujer del Oeste vista a través de los ojos del hombre es cotidiana, comunitaria, levemente sexual, una obra plenamente moderna. Como un antecedente de Meek's Cutoff de Kelly Reichardt.

Belén Gopegui

Belen Gopegui
Por Pablo Muñoz:
¿Las razones? Aunque probablemente no pueda estar en la lista de Marías por cosas típicas de su proceder (falta de diálogo intergeneracional ¡sigue siendo abiertamente de izquierdas y no socialdemócrata!) y PERFIL, las razones por las que mola? Ha captado mejor que nadie las tensiones de la democracia (El padre de Blancanieves), ha hecho un tipo de novela muy europea y llena de detalles visuales y experimentales sin prescindir de argumento o personajes (Lo Real) y, básicamente, se ha resistido estoicamente al manierismo y a hacer siempre lo mismo (¿a qué se parece El comité de la noche?)
Y por Domingos en Chándal:
Por enseñarnos cómo nos atraviesa el poder y abrirnos los ojos acerca de los mundos posibles, por reclamar la bondad. Por ser peligrosa y dar vueltas a lo posible.

J. K. Rowling

Por Andrés P. Mohorte:
De forma arquetípica, la construcción del imaginario juvenil y adolescente de los chavales occidentales había quedado en manos de hombres. Stevenson, Twain, Carroll, Verne, etcétera. Y de repente llegó Rowling y se sacó de la manga la saga juvenil más espectacular, apasionante y brillante no sólo de su generación, sino de la historia de la literatura, y con un punto de suerte y de siglo XXI (viralidad mediante) la convirtió en un fenómeno de masas.
Hoy Potter y compañía son personajes construidos sobre bases tan atípicas (dentro de la normatividad) que han conquistado a niños y niñas de todo el mundo por igual, en una fiebre millonaria que ha colocado a Rowling inevitablemente dentro del "canon", por más que los puristas de turno la desprecien por su comercialización audiovisual y juguetera. No hay nada en aquel maravilloso cuarto libro de la saga que palidezca ante los Huckleberry Finn y las islas del tesoro de la vida. Y además hay dragones. Larga vida.

Luisa Carnés
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Por Clara Morales:
Se podría reivindicar a Luisa Carnés (1905-1964) solo por lo excepcional de que una obrera sin formación llegara a publicar con éxito en la España de los años treinta. Pero su mirada única hacia las mujeres trabajadoras como ella, su sensibilidad para las estampas cotidianas y su escritura nada convencional se bastan por sí mismas. Las editoriales Hoja de Lata y Renacimiento recuperan ahora su obra.

Safo

Por Eva Paris:
Quiero recomendar a la poetisa Safo, que destaca tanto en su obra más popular como en la más intimista, y que dio nombre con su ritmo peculiar a un metro nuevo: la estrofa sáfica.

Natalia Ginzburg

Ginzburg
Por Esther Miguel Trula:
No he leído a nadie que sepa plasmar mejor la belleza de lo ordinario que Natalia Ginzburg. Con su prosa, precisamente desde unas formas propias y únicas de la palabra escrita, consigue que nos traslademos sensorialmente al ámbito de las costumbres. De lo familiar. Su virtud expresiva es una angustia constante para el lector porque con recursos sencillos despierta nuestra humanidad, algo que nos afecta todavía más profundamente cuando en el relato aparecen los episodios de crueldad, de los que Ginzburg escribe muchas veces desde una suerte de recuerdos propios.

Hiromu Arakawa

Por Nacho Requena:
Hiromu Arakawa es una de las escritoras y creadoras de mangas más importantes de Japón. Su obra magna, FullMetal Alchemist, combina el toque más divertido y ameno con temas como la codicia, la crueldad del ser humano o la ambición, todo reflejado a través de sus antagonistas, los Siete pecados capitales.

Elena Ferrante

Por Repollo:
Las Novelas Napolitanas me enseñaron las palabras que siempre me faltaron para describir las complicaciones que surgen en las amistades entre mujeres, y me dio una mirilla hacia el futuro con la que entender que las complejidades no acaban y que la amistad no es algo estático. Además me avisó de todas las maravillosas Lilas que este mundo se está perdiendo, silenciadas, pobres, vapuleadas y acosadas.
Por Betina Serrano:
Pocas autoras han generado a su alrededor tanta curiosidad como lo ha hecho Elena Ferrante. No es para menos: su saga de historias napolitanas, traducida en España como Dos amigas, es una mano invisible que te remueve el corazón y las entrañas. No solo hace una radiografía fantástica de la relación entre dos mujeres desde la infancia hasta la vejez, sino que también la hace de Nápoles, de la violencia, de las tumultuosas relaciones que se dan en un barrio de clase obrera y de cómo las mujeres tienen que salir adelante, apoyarse y fortalecerse a pesar de los golpes y el yugo al que las someten los hombres de sus vidas. Pero hay algo más que hace que su figura sea tan enigmática: Elena Ferrante es un seudónimo de una mujer que ha conseguido vender en su tierra natal y en todas las tierras donde ha sido traducida. Y eso pica. Pica tanto que se ha asumido que su identidad es masculina. Pero lo siento mucho, carcamales. Elena Ferrante es brillante y es única. Y, además, es una de las nuestras.

Sarah Waters

Sarah Waters
Por Martín Cuesta:
Cuando todo el mundo celebraba que Park Chan-wook volviera a dirigir cine en Corea, yo festejaba que lo hiciera adaptando Fingersmith, la novela de Sarah Waters. La autora británica ha renovado la narrativa tradicional isleña, desde Dickens hasta Henry James, añadiendo nuevos ingredientes a recetas revenidas por el paso del tiempo: relatos fantasmales explicados desde la lógica de la lucha de clases, lesbianismo como elemento anexo a la novela social. Casi siempre con protagonismo femenino. Todo lo que ustedes buscaban, en estos tiempos de separaciones, para hacer un Brexit a la inversa.

Sarah Kane

Por Kaoru:
Sarah Kane es crudeza pura. Violencia, sexo, incluso momentos totalmente gore como en reventado, sus obras son una auténtica bofetada al estancamiento de lo políticamente correcto en teatro. Además se ahorcó con los cordones de sus zapatos en un psiquiátrico. Soy fan de las estrellas fugaces.

Angélica Liddell

Por Kaoru:
Angélica Liddell ha hecho algo parecido en España. Es un territorio dominado por el macho alfa, escribe con una voz propia y llena de poesía. Denuncia total. Y otra cruda como ella sola. Echadle un ojo a El año de Ricardo.

Mary Shelley

Por Javier Jiménez:
Mary Shelley soñó con Frankenstein un día verano de 1816, precisamente el año en no hubo verano. Se la puede considerar, a la vez, la primera novela de ciencia ficción y una de las mejores novelas de terror gótico del siglo XIX: pero si por algo debe pasar a la historia es por ser la novela moderna que mejor entiende el amor.
La literatura romántica es todo un catálogo de pasiones, amoríos y compromisos. Pero mientras tanto, Shelley retrata el amor no como algo ciego, sino como algo clarividente: porque solo en la intimidad del amor se ven cosas que permanecen ocultas; solo la mirada amorosa porque «hace a los hombres perspicaces» (como dijera Platón y tradujera su marido); solo a través de ella puede uno conocerse a sí mismo.
Y es que lo que hace que la creación del doctor Frankenstein sea un monstruo no es que esté hecho de trozos, ni que hubiera vuelto a la vida gracias al galvanismo: lo que lo hace un monstruo es precisamente que no haya nadie que quiera verse a sí mismo en su mirada.
Decía el propio Marías en el Corazón tan blanco que "el matrimonio es una institución narrativa" porque "estar junto a alguien consiste en buena medida en pensar en voz alta, esto es, en pensarlo todo dos veces en lugar de una, una con el pensamiento y otra con el relato". Ningún libro como el de Shelly retrata la angustia de no poder pensarse de esa manera.

Alejandra Pizarnik (+81)
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Por Javi Sánchez:
Allá por 2003, cuando Javier Marías todavía no se había reducido a la autocaricatura, se editaron en España los Diarios de Alejandra Pizarnik, poetisa argentina a la que no hacía falta reivindicar. Pasó un poco entonces lo que hoy con Gloria Fuertes: los blogs, el tuiter de entonces, se avivaron un tanto, poco, con el incendio bellísimo e incontrolado que era la palabra de Pizarnik. Pero claro, era ella extranjera y ausente y no tenía un lugar predefinido en el Canon de los Señores, esa biblioteca con forma de y olor a cojones sudados. Pizarnik no había sido poetisa de los niños, ni Marías tenía por qué atacarla -estaba ocupado, entonces, escribiendo columnas sobre lo mucho que le molestaban las manifestaciones incluso dentro de su casa. Y los niños, y las procesiones, y todo lo que fuese La Gente, como tardamos años en descubrir-. Su canon, ya hemos visto, es tan limitado como su desprecio: todo lo que no le suena o no ocupó su infancia no merece un lugar en esos cojoncitos inamovibles (aquí, por cojones, para esas criaturas horribles llamadas niños, Christie y Blyton; aquí, en esa extravagancia cojonera que es considerar la poesía en femenino, Sexton y Dickinson; aquí, en el desprecio por cojones, todo lo que sea tocar posmórtem lo que ya asignaron insignes pelvis previlegiadas).
A Marías le recomendaría leer 'Poesía soy yo', una antología de Raquel Lanseros y Ana Merino donde se reivindica a 82 poetisas en lengua castellana, cualquiera de ellas candidata a una columna de Marías o de cualquier otro de esos señores que, como decía Antonio Lucas en El Mundo, demuestran que la historia de la modernidad está escrita desde el escroto. Allí están Pizarnik y Gloria Fuertes, Idea Vilariño y Blanca Mistral, y así hasta ochenta y dos nombres insignes que a Marías no le caben en las ingles. Pero recomendárselo a Marías haría 'Más daño que beneficio'. Mejor que las lean quiénes sepan apreciar la literatura, y no los que pretenden hacerla de menos por cojones.

Aliette de Bodard

Por César Viteri:
Hay personas que piensan que la ciencia ficción no puede dar de sí más que una sucesión interminable de clones de Tropas del espacio, y desde luego, si por algunos aficionados y autores fuera, así sería. Aliette de Bodard, en cambio, nos regala ucronías bien trabadas, en las que las culturas china, azteca y vietnamita del futuro lejano han colonizado el espacio de muchas maneras. Nos cuenta relatos noir, cuentos atemporales de emigración, relaciones familiares y sentimiento de pérdida combinados con intrigantes visiones de una humanidad que se resiste a dejar de serlo. ¿De verdad queréis otra novela más de marines espaciales?

Rebecca Solnit

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Por Laura Gómez
En estos tiempos maravillosos en los que la concienciación sobre el machismo y sus profundas raíces es una lucha diaria a la que estamos dispuestas a enfrentarnos, y cada vez con más apoyos, la periodista y ensayista Rebecca Solnit es una de mis plumas favoritas. Ligera y brillante, ha narrado la crisis del urbanismo en América; ha contado la historia del capitalismo moderno a través de cinco desastres naturales; ha hablado sobre el acto de caminar como resistencia, como liberación y como experiencia estética; y ha escrito uno de los ensayos más importantes para el feminismo de los últimos años. “Los hombres me explican cosas” enumera, en clave de humor, diferentes situaciones cotidianas en las que se dejan ver las jerarquías de poder y la desigualdad de la mujer frente a los señores que lo saben todo se convierte en el común denominador de nuestras relaciones sociales. El problema de fondo es mucho más grave y resulta familiar en la narrativa cuñada de Marías: silenciar a las mujeres que tienen algo que decir. Rebecca Solnit, Roxane Gay o Yrsa Daley-Ward harían revolverse al columnista de El País si pudiera ver más allá del carajillo de las nueve. Una señal clara de que lo están haciendo bien.

Ama Ata Aidoo

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Por Jónatan Sark
¿Les suena este nombre? Los defensores de la idea de que conocemos los nombres y obras de grandes autoras porque son grandes y que "ninguna “conspiración” de varones ha estado interesada en ningunear" a esas personas pues de lo contrario se las habría olvidado, tienden a dejar de lado en sus loas al brillo del esfuerzo y el talento que no solo en su época tuvieron que luchas por un puesto sino que muchas más personas han tenido que seguir manteniendo vivo su nombre. En algún momento, confío, veremos publicado en España "How to Suppress Women's Writing" de Joanna Russ. Mientras tanto podemos ir recordando nombres como los de Taeko Kōno, Estrella Alfon o este mismo de Ama Ata Aidoo.
No solo la ghanesa es una de las grandes novelistas africanas, con un discurso muy marcado de intención postcolonialista que ubica a la mujer y su problemática en el centro de la narración y el discurso, además es autora de teatro y poetisa. Tan completa que podemos decir con facilidad que es una de las grandes autores de África. El problema es que si ya está costando que se conozca a los hombres; que con una extensísima carrera por fin parezca que el nombre de Ngũgĩ wa Thiong'o comienza a ser conocido en España pese a llevar más de veinte años publicando en distintas editoriales, Alfaguara incluida; lograrlo con autores que se salen incluso más de la norma es un auténtico triunfo.
Ama Ata Aidoo merece ser conocida y recomendada, su único libro editado en España en la arriesgada y necesaria edición de Casa África debería gozar de más popularidad. Pero si no hay un movimiento de reivindicación, no hay gente promoviéndola y buscando una manera de hacerla más accesible... seguirá siendo para la gran mayoría un nombre igual de desconocido que en estos momentos. Y aún habrá quien diga que es por la calidad de ella y no por los privilegios de él.

Shirley Jackson

Por John Tones:
Shirley Jackson es una de las voces más personales de la literatura fantástica del siglo XX. Dos de las firmas más influyentes del género, dos clásicos como Stephen King y Richard Matheson reconocieron una deuda absoluta con sus tramas y recursos narrativos (y aunque no lo hubieran hecho: es evidente). Su 'La maldición de Hill House' es esencial para entender la literatura moderna de casas encantadas, y es la novela más importante sobre el tema después de las aportaciones de Henry James. Y su cuento 'La lotería' marcó a una generación de estadounidenses con su estilo frío y críptico: hoy es estudiado con la misma veneración que los clásicos de Poe. Su cima, sin embargo, es 'Siempre hemos vivido en el castillo', una historia desconcertante y enigmática que representa la cima de su estilo: fría, desapasionada, llena de significados e innegablemente femenina.

Zenobia Camprubí

Zenobia Camprubi Recortada
Por Chococriskis:
A pesar de ser consciente de que son muchas las mujeres escritoras a reivindicar que tienen en su haber una obra maravillosa, me he decantado por hablar brevemente sobre una figura que ilustra a la perfección lo que ocurre cuando una voz —y con ella, un espíritu— es ahogada hasta el punto en el que todo lo que queda de ella es un lamento quedo, silencioso, que encuentra su espacio solamente a primera hora de la mañana, los únicos instantes que Zenobia Camprubí podía dedicar a sí misma.
No es ningún secreto que Juan Ramón Jiménez, a pesar de ser un poeta maravilloso, era un hombre enfermo con una personalidad asfixiante. Tampoco es extraña para nadie la idea general de la adoración que sentía por su esposa, a la que insistió para que le diera el sí hasta el punto de ir tras ella hasta Nueva York.
Pero antes de Juan Ramón, existió una Zenobia culta (era, al fin y al cabo, una niña bien que había recibido una exquisita educación liberal anglosajona), apasionada por las artes y la escritura. De hecho, llegó a publicar numerosas traducciones, así como artículos y cuentos de una notable calidad.
Como todo en su vida, lo que más se recuerda de su obra son los Diarios (editados en 2006 por Alianza Editorial) en los que relata los años junto a Juan Ramón, obra que supone un primer plano al rostro de una mujer que se descompone sin mudar el gesto. Zenobia escribe todas las mañanas, silenciosamente, para no molestar a su marido. No porque él se lo prohíba, sino porque una vez él despierto, Zenobia comenzará a orbitar alrededor de la enfermedad y las necesidades de Juan Ramón, al que ama profundamente (y al que, en mi opinión personal, también odia).
Esta relación tan malsana genera una atmósfera asfixiante en sus diarios que se manifiesta en pasajes tan lapidarios como “Necesito escapar un poco de la depresión de J.R. para sostener mi propio ánimo en un punto que sirva para levantarlo a él”.
No obstante, quisiera terminar hablando de Zenobia, la persona antes de “la Zenobia de Juan Ramón”. La mujer luminosa y con talento que escribía así sobre los cuadros de Sorolla:
The white hot sunlight that seemed to radiate from every canvas as it filtered through flickered leaves, flashed back from tumbling waves or gleamed upon scudding sails and dashing spray […] And Sorolla, in painting all this splendid opulence of light and air and swift joyous movement, was merely expressing in his own way the things he had seen around him […] He has left it to other painters to portray the gloomy and tragic side of life in Spain, but lest we should forget that there is also sunshine and laughter there.