Álex Grijelmo
El pie de foto dice que en la imagen se ve un derechazo de Nadal, pero el lector aprecia claramente que golpea la bola con la izquierda. Y los distintos comentaristas de las cadenas que transmiten sus partidos hablan también de los golpes de derecha pese a que se trate de un zurdo.
El lenguaje que aprendimos en la época del gran Manuel Santana a la raqueta y el gran Juan José Castillo al micrófono (“entró, entró”) llamaba a ese golpe drive, tanto para el zurdo como para el diestro. Esta palabra había llegado al tenis desde el inglés (drive stroke, golpe directo), y —con la misma indistinción de mano— se tradujo aquí años más tarde como “derechazo”. El lenguaje del fútbol diferencia entre un derechazo y un zurdazo, pero no el léxico del tenis. En este deporte, quien no esté viendo la pantalla, quien lea las crónicas o escuche la narración por la radio puede pensar que todos los jugadores son diestros.
El vocabulario de la tauromaquia ofrece para este caso algunas analogías dignas de considerarse, porque el torero utiliza un instrumento que maneja de manera similar al del tenista: la muleta. El revés con la raqueta equivale al pase de pecho, llamado de tal forma porque empieza con los brazos abajo y termina con la mano y la muleta a la altura de esa parte del cuerpo. Tanto en el pase de pecho como en el revés se ofrece, al toro y a la pelota, la parte exterior del antebrazo. Y tanto el derechazo como el pase con la izquierda se pueden trasladar al tenis con una misma expresión: un “natural”, pues el derechazo del torero y el izquierdazo de un tenista zurdo son acciones naturales: que suceden conforme a la propiedad y naturaleza de las cosas.
Actualmente se considera que el pase natural de la tauromaquia se ejecuta con la izquierda, ya que se toma como propio de la naturaleza general humana sujetar la espada con la derecha y la muleta con la zurda. Pero no siempre fue así: hasta bien entrado el siglo XX, muchos cronistas describirían unos soberbios “pases naturales con la mano derecha” (Abc, 31 de agosto de 1925, por ejemplo). Y la primera acción de un zurdo que se estrene en el tenis consistirá sin duda en golpear la pelota de la forma más natural para él: con la izquierda, y con la parte anterior del antebrazo mostrada hacia delante, lo mismo que un diestro daría su golpe más natural con el brazo derecho en la misma posición. Por todo ello, el drive puede denominarse “golpe natural” (natural stroke, oferta barata para anglohablantes) y, con el tiempo, “un natural” (“un natural de Djokovic supera a Federer”). Y tal uso para los tenistas zurdos y diestros haría fáciles las comparaciones: “Nadal tiene mejores golpes naturales que Gasquet, quien sin embargo le supera en el revés”; lo cual no impediría usar “derechazo” y “zurdazo” según conviniera.
Ahora bien, una cosa es el sistema de la lengua, que permitiría esa fórmula, y otra el empleo que cada cual decida hacer de ella. Quizás a muchos eso del “natural” les suene poco natural, paradójicamente; pero se les podría replicar que más raro será el derechazo de un zurdo.
Tal uso de “derechazo” forma parte, no obstante, de una paulatina traducción de términos que en la época de Juan José Castillo algunos creían intraducibles: lob se dice ya “globo”; smash se convirtió en “mate”; match ball equivale a “bola de partido”, el passing shot se describe como golpe “paralelo” o “cruzado”, según su trayectoria (y en todo caso un “golpe pasante”); el deuce se suele presentar como “iguales a 40”, el game es sin duda ya un “juego”…
Los comentaristas suelen imitar en un principio el léxico de los deportistas y de su entorno. Pero el genio del idioma lo adapta todo cuando esa actividad se populariza. Entonces los complejos iniciales ante el inglés se desvanecen y ya no hace falta distinguirse con palabras selectivas. En este camino, aún se resisten algunos términos del tenis, como set (“manga” avanza poco a poco), ace (o “saque ganador”) y tie-break (“desempate”). Mientras este proceso no se complete, Nadal golpeará de derecha con la izquierda. No pasa nada. Lo importante es que la bolita entre.
Álex Grijelmo. El País, 19 de enero de 2014
El pie de foto dice que en la imagen se ve un derechazo de Nadal, pero el lector aprecia claramente que golpea la bola con la izquierda. Y los distintos comentaristas de las cadenas que transmiten sus partidos hablan también de los golpes de derecha pese a que se trate de un zurdo.
El lenguaje que aprendimos en la época del gran Manuel Santana a la raqueta y el gran Juan José Castillo al micrófono (“entró, entró”) llamaba a ese golpe drive, tanto para el zurdo como para el diestro. Esta palabra había llegado al tenis desde el inglés (drive stroke, golpe directo), y —con la misma indistinción de mano— se tradujo aquí años más tarde como “derechazo”. El lenguaje del fútbol diferencia entre un derechazo y un zurdazo, pero no el léxico del tenis. En este deporte, quien no esté viendo la pantalla, quien lea las crónicas o escuche la narración por la radio puede pensar que todos los jugadores son diestros.
El vocabulario de la tauromaquia ofrece para este caso algunas analogías dignas de considerarse, porque el torero utiliza un instrumento que maneja de manera similar al del tenista: la muleta. El revés con la raqueta equivale al pase de pecho, llamado de tal forma porque empieza con los brazos abajo y termina con la mano y la muleta a la altura de esa parte del cuerpo. Tanto en el pase de pecho como en el revés se ofrece, al toro y a la pelota, la parte exterior del antebrazo. Y tanto el derechazo como el pase con la izquierda se pueden trasladar al tenis con una misma expresión: un “natural”, pues el derechazo del torero y el izquierdazo de un tenista zurdo son acciones naturales: que suceden conforme a la propiedad y naturaleza de las cosas.
Actualmente se considera que el pase natural de la tauromaquia se ejecuta con la izquierda, ya que se toma como propio de la naturaleza general humana sujetar la espada con la derecha y la muleta con la zurda. Pero no siempre fue así: hasta bien entrado el siglo XX, muchos cronistas describirían unos soberbios “pases naturales con la mano derecha” (Abc, 31 de agosto de 1925, por ejemplo). Y la primera acción de un zurdo que se estrene en el tenis consistirá sin duda en golpear la pelota de la forma más natural para él: con la izquierda, y con la parte anterior del antebrazo mostrada hacia delante, lo mismo que un diestro daría su golpe más natural con el brazo derecho en la misma posición. Por todo ello, el drive puede denominarse “golpe natural” (natural stroke, oferta barata para anglohablantes) y, con el tiempo, “un natural” (“un natural de Djokovic supera a Federer”). Y tal uso para los tenistas zurdos y diestros haría fáciles las comparaciones: “Nadal tiene mejores golpes naturales que Gasquet, quien sin embargo le supera en el revés”; lo cual no impediría usar “derechazo” y “zurdazo” según conviniera.
Ahora bien, una cosa es el sistema de la lengua, que permitiría esa fórmula, y otra el empleo que cada cual decida hacer de ella. Quizás a muchos eso del “natural” les suene poco natural, paradójicamente; pero se les podría replicar que más raro será el derechazo de un zurdo.
Tal uso de “derechazo” forma parte, no obstante, de una paulatina traducción de términos que en la época de Juan José Castillo algunos creían intraducibles: lob se dice ya “globo”; smash se convirtió en “mate”; match ball equivale a “bola de partido”, el passing shot se describe como golpe “paralelo” o “cruzado”, según su trayectoria (y en todo caso un “golpe pasante”); el deuce se suele presentar como “iguales a 40”, el game es sin duda ya un “juego”…
Los comentaristas suelen imitar en un principio el léxico de los deportistas y de su entorno. Pero el genio del idioma lo adapta todo cuando esa actividad se populariza. Entonces los complejos iniciales ante el inglés se desvanecen y ya no hace falta distinguirse con palabras selectivas. En este camino, aún se resisten algunos términos del tenis, como set (“manga” avanza poco a poco), ace (o “saque ganador”) y tie-break (“desempate”). Mientras este proceso no se complete, Nadal golpeará de derecha con la izquierda. No pasa nada. Lo importante es que la bolita entre.
Álex Grijelmo. El País, 19 de enero de 2014