UN DÍA EN LA VIDA DE LEONARDO DA VINCI
(Por la mañana.)
- Querido Francesco necesito contarle una cosa que me tortura el alma y como alumno favorito que eres y la confianza que te tengo, necesito contarte.
- Decidme Don Leonardo, ¿qué le sucede?
- Pues hay una dama de la cual estoy completamente enamorado desde el primer día en que la vi y pensando en ella no puedo dormir.
- ¿Y de qué dama se trata, señor?
- De Lisa Gherardini…
- Pero señor, es la esposa de Don Francesco Bartolomeo del Giocondo, un famoso mercader textil, no puede usted hacer nada.
- Ya lo se Francesco, por eso no puedo dormir, pero aunque sólo pudiera tener algo suyo me conformaría, sería feliz.
- Señor, ¿y si le pide una prenda?
- Jajaja, no querido Francesco, si se enterara su esposo en unas horas pediría mi cabeza.
- Mmmm… pues utilícela de modelo para un cuadro.
- ¡Jajá! ¡Mi Francesco, siempre con buenas ideas! Esta bien, pero, ¿cómo le pido que sea mi modelo?
- ¡Usted tranquilo, de eso me encargo yo!
- Muchas gracias Francesco, siempre ayudándome en todo lo que puedes, te lo agradezco.
- No hay de qué señor, yo por usted hago lo que sea, incluso daría mi vida por salvar la suya.
- ¡Anda Francesco, no me sea tan pelota!
- ¡Es verdad señor! ¡Diciendo eso me ofende!
- Esta bien, te creo. Perdóname.
- No pasa nada, esta tarde hablaré con la señora Lisa y se la traigo a su estudio.
(Por la tarde.)
- Hola, ¿ es usted Don Leonardo da Vinci, el señor que quería pintarme?
- Si… soy yo.(Un poco nervioso.)
- Y…¿porqué quiere utilizarme de modelo?
- Porqué cuando la vi, me fijé en su sonrisa tan peculiar que tiene. Y quisiera pintarla porque esa sonrisa tan peculiar y bonita es digna de un cuadro.
- Gracias. ¿Y porqué es tan peculiar?
- Porqué de normal en las sonrisas sólo hay un sentimiento, la felicidad, pero en la suya hay una mezcla de sentimiento que la hacen peculiar. Bueno vamos a empezar.
- Vale, ¿ dónde me pongo?
- Aquí sentada, ahora gire el cuerpo hacia delante y apoye el brazo izquierdo en el apoyabrazos de la silla y la otra mano apóyela encima de la muñeca izquierda.
- ¿Así?
- ¡Perfecto!
- Esta postura es un poco incomoda.
- No pasa nada, usted quédese quieta que en un momento acabo el boceto y ya se podrá ir y mañana continuaremos.
- vale.
- Ya hemos terminado.
- Vale, ¿puedo verlo?
- Claro, por supuesto.
- ¡Me gusta!
- Aún le gustará más cuando esté terminado.
- Espero… Bueno adiós, hasta mañana.
- Adiós…
(Entra Francesco al estudio.)
- Maestro, ¿cómo ha ido?
- Estupendamente Francesco, mi sueño se está haciendo realidad.
- Me alegro señor. Ya es tarde, será mejor que descanse un poco.
- Creo que si mi querido alumno, esta noche creo que ya podré dormir.